Una
semana de trabajo intensivo es lo que necesitaba el cuartel después de que
Barferin comunicara nuestro deseo de ser un escuadrón de caballeros, aceptando
la propuesta del emperador. Durante esa semana el movimiento en el interior del
palacio se intensificó, centrándose en su mayor parte por los alrededores del
cuartel. Encargamos a un escultor que tallara en piedra una gran K sobre la
puerta, símbolo de nuestro escuadrón; ordenamos y redistribuimos el interior
del cuartel, el cual llevaba abandonado y en un estado desastroso desde que
llegamos de la guerra; reparamos los desperfectos y las grietas que habían
surgido por el paso de los años. Un sinfín de labores nos mantuvieron ocupados
durante una semana completa, la cual pasó para mí bastante rápida y casi sin
darme cuenta salvo por el cansancio.
Barferin,
de vez en cuando, nos alentaba diciéndonos que tenía una sorpresa reservada
para nosotros y que no podía revelarla hasta que finalizásemos las labores
pendientes en el cuartel. Supuse que lo hacía para alentarnos y animarnos a que
trabajásemos más rápido, aunque quizá solo lo hacía por tocar las narices e
incordiar un rato. La cuestión es que conmigo surtió efecto.
El
último día de trabajo se resumió solamente en colocar todos los muebles del
interior, distribuyéndolos con la guía de Barferin. Cuando todo estuvo bien
colocado y por fin terminamos pudimos apreciar el resultado de aquel esfuerzo
agotador con una sonrisa de satisfacción en nuestros labios. Sinceramente no sé
si es porque yo trabajé en ello o por qué razón puede tratarse, pero yo hasta
lo veía mejor comparándolo con la apariencia que presentaba el día que entré
por primera vez.
Ya
nos disponíamos a sentarnos en la sala de reuniones cuando Barferin nos pidió
que nos adelantáramos mientras atendía un asunto, prometiéndonos que volvería
pronto. Obedecimos su petición y cada uno ocupó su sitio alrededor de la mesa
rectangular, más pequeña que la anterior. Y, al sentarnos todos en nuestros
asientos, me percaté de que había una silla que sobraba. Había un total de seis
sillas, y nosotros, contando a Barferin, éramos cinco. Dos sillas se
encontraban cada una en un extremo opuesto de la mesa, para presidir como de
costumbre las reuniones, y, a ambos lados, cuatro sillas donde nos
encontrábamos Garlet y Sig en un lado y Horval y yo en el otro. Como Garlet,
Sig y Horval estaban entretenidos hablando supuse que no se habían dado cuenta
del detalle de la silla extra, pero decidí no interrumpirles por algo que
seguramente no tendría ni la menor importancia.
O
eso creía hasta que Barferin regresó. Junto a él se encontraba otra persona, un
hombre bastante joven que casi tendría mi edad. Llevaba el pelo corto y oscuro,
y no parecía tener mucha experiencia en el campo de batalla. Aunque si estaba
con Barferin sería por alguna razón, y dudaba que estuviera de visita.
-Os
presento a nuestro nuevo compañero. Se llama Aldven-dijo presentándolo-. Solo
es un par de años mayor que Celadias, pero ha demostrado ser bastante hábil con
la espada y Hatik insistió en que nos vendría bien tener una espada más de
nuestro lado.
-Un
momento, yo a este chico le conozco-dijo Sig poniéndose en pie y acercándose
hasta él para examinarlo más de cerca. Aldven no parecía inmutarse-. Yo a ti te
he visto en algún lado, ¿verdad?
-Lo
recordaría si así fuera-dijo con su voz grave, con indiferencia.
-¡Este
chico fue uno de nuestros refuerzos para derribar la entrada de Kryn!-exclamó
Garlet al reconocerle-. Chico, ¿crees que puedes sernos de alguna ayuda aquí
también? No somos como el resto de escuadrillas, a nosotros nos van a encargar
misiones peligrosas.
-Cállate,
Garlet. También dudaste de mí y mírame, aquí estoy-dije por puro instinto,
saliendo a la defensa del recién llegado. Y aquello me sorprendió.
-Tú
y yo tendremos luego unas palabritas, novato-dijo Garlet con seriedad
dirigiéndose hacia mí, lo cual hasta me preocupó.
-No,
ya no es el novato. El novato es Aldven-dijo Sig riéndose, y luego miró al
recién llegado haciéndole una señal para que se uniera a la reunión-. Venga,
pasa, no te cortes. Aquí en el fondo somos buenos compañeros. Nos vacilamos,
nos insultamos y nos peleamos, pero estamos más unidos que en el resto de
escuadrones. Pregúntale a Celadias si no me crees.
-Y
hablando de Celadias, levántate de ahí-dijo Barferin mirándome-. Tu sitio a
partir de ahora será aquel-indicó señalándome una de las sillas que presidían
la mesa.
-¿Cómo
que ese?-pregunté incrédulo.
-¿Qué?
La mano derecha tiene que presidir las reuniones.
-¡Más
motivos para tener que hablar contigo a solas!-exclamó Garlet.
-Espera,
¿cómo que mano derecha?-pregunté cada vez más confuso-. Apenas tengo
experiencia, no podría serte de ayuda.
-Por
eso quiero que seas mi mano derecha, porque aun no tienes experiencia-dijo
Barferin, insistiendo con un gesto en que me cambiara de sitio. Hice caso y me
senté donde me indicó sin entender qué hacía-. Tú tuviste la idea de nombrar al
escuadrón con el nombre de Kanos, y él confiaba en ti. Siempre dijo que serías
un líder nato y que tenías talento, pero ese talento se desperdiciará si no vas
adquiriendo experiencia pronto. Quizá aun no me seas de utilidad, pero dale
tiempo a que tu talento salga a la luz.
-Pero…
-¡Deja
de poner pegas, chaval!-me interrumpió Sig-. ¿Eres consciente de lo que acabas
de conseguir? ¡Serás el caballero y la mano derecha de un escuadrón más joven
de toda la historia! Y todo eso sin tener experiencia, como tú dices. Menuda
carrera te estás forjando sin hacer apenas nada-concluyó riéndose.
-Yo
quiero ganarme el derecho a tener tales honores-repliqué-. No quiero un título
que todavía no me pertenece.
-Aun
no te pertenece, Celadias, pero pronto lo hará-dijo Barferin con tranquilidad-.
Quizá no debas ser nombrado caballero tan pronto, debo reconocerlo, pero no
podemos dejarte de lado. Perteneces a nuestro escuadrón y no te vamos a
expulsar solo porque tengas que ser caballero. El emperador nos hace un favor
nombrándote. Y yo no te nombraré aun mano derecha, pero quiero que vayas
habituándote al cargo, ¿de acuerdo?
Finalmente
asentí, tranquilizándome, dejando la habitación en silencio durante unos
segundos hasta que Sig volvió a hablar:
-Oye,
¿os habéis dado cuenta de una cosa? Mirad. Horval, levántate y ponte junto a
Aldven-Horval miró desconfiado a Sig pero hizo lo que le pidió-. ¿No se parecen?
-Pues
ahora que lo dices… Se dan un aire, sí-respondió Garlet riéndose.
-¿Qué
vamos a parecernos este crío y yo?-preguntó Horval empezando a mosquearse.
-En
serio. Si le dejamos crecer el pelo y la barba y le quitamos un ojo…
-¡El
ojo te lo voy a quitar yo a ti como no cierres la boca!-interrumpió Horval a
Sig, enfadado.
Los
tres siguieron discutiendo acaloradamente, aunque en broma, mientras Barferin
se dirigía hacia Aldven para explicarle algunas cosas. Yo, por mi parte, me
mantuve sentado y en silencio, reflexionando acerca de lo que me había dicho
Barferin. Y tras unos minutos así, Barferin acabó poniendo orden en la sala y
sentándose en el extremo de la mesa opuesto a mí, lo cual me hizo recordar lo
que me deparaba desde ese momento en adelante.
-Bueno,
esta será nuestra primera reunión como los fantasmas de Kanos-dijo con un
notorio nerviosismo en su voz-. Quería felicitaros por el trabajo de esta
semana. Sé que estáis cansados, por lo que no os soltaré la retahíla y pasaré
directamente a la sorpresa en sí-se puso en pie y se dirigió a la puerta. Al
abrirla dejó al descubierto un maniquí ataviado con una armadura negra,
bastante mejor que la anterior que teníamos, donde, en el centro de la coraza,
se veía grabada una K idéntica a la de la puerta. Todos los detalles que
presentaba la armadura eran diferentes de la anterior, incluso en el casco. La
apariencia de la nueva armadura era mucho más imponente-. Necesitábamos una
armadura nueva, así que he cogido algo de dinero de nuestras arcas y he encargado
que nos hicieran unas armaduras nuevas. Esta es solo un modelo de muestra,
recibiremos las armaduras reales dentro de unos días, para el nombramiento.
-¿Llevaremos
esta armadura?-preguntó Garlet con fascinación-. Parece venida desde las mismas
profundidades del abismo.
-Me
alegra saber que te gusta-dijo Barferin más tranquilo.
-¿Esta
era la sorpresa que nos decías?-pregunté aun mirando asombrado la armadura.
-¿Esperabas
más acaso?-preguntó riéndose, y yo negué con la cabeza-. Solo quería enseñaros
el modelo de nuestra nueva armadura. Me
alegra ver que os ha gustado y espero que nos sean más útiles que las
anteriores.
Barferin
dio por concluida la reunión y yo me dispuse a abandonar la sala cuando una
mano se posó sobre mi hombro, deteniendo mi avance. Al girarme para ver quién
me paró, contemplé a Garlet mirándome con seriedad.
-Ven
conmigo. Tengo que hablar contigo de un asunto importante.
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