Garlet
me condujo durante un buen trecho hasta el bosque que se extendía al sur de la
ciudad. Su seriedad me preocupaba bastante, incluso me hacía temer. No entendía
por qué quería hablar conmigo a solas ni de qué, ni mucho menos el motivo por
el que me estaba llevando tan lejos. Una parte de mí incluso llegó a pensar que
quería deshacerse de mí, pero, ¿por qué? Miles de preguntas rondaron por mi
cabeza hasta que llegamos a un pequeño claro, donde se detuvo en el centro y me
miró, hablando al fin.
-Debo
reconocer que el primer día que te vi pensé que jamás estarías a la altura del
escuadrón, pero aquí estás. Eres uno de los pocos supervivientes de una guerra
que aun no ha terminado, eres alguien en quien tanto Kanos como Barferin han
depositado una confianza ciega sin que tuvieras la más mínima experiencia.
Sinceramente, no sé qué vieron en ti.
-Garlet,
¿qué estás tratando de decirme con esto?-pregunté algo temeroso.
-Es
injusto que muchos compañeros nuestros con más experiencia que tú y mejor
dominio de la espada cayeran en la batalla mientras tú sigues con vida, delante
de mí, estando a punto de ser nombrado mano derecha de Barferin en el nuevo
escuadrón, pero debo reconocer tu valor para aceptar una responsabilidad tan
grande como es sobrevivir a lo que muchos perecieron-se desató el cinto de la
espada de la cintura y lo arrojó al suelo, a mis pies. Ahí me di cuenta de que
llevaba dos espadas. ¿Cómo no me di cuenta antes? Eso es algo que jamás pude
explicarme-. Quiero que me demuestres tu valía aquí y ahora.
-¿Quieres
pelear contra mí?-pregunté sorprendido, incrédulo de sus palabras. Él no hizo
más que asentir con la cabeza en silencio mientras yo me arrodillaba para
agarrar la espada-. ¿Por qué quieres que peleemos?
-Porque
quiero ver con mis propios ojos si la confianza que han depositado en ti todo
este tiempo tiene algún valor.
-Sé
que soy demasiado joven, sé que solo he combatido en contadas ocasiones, y
entiendo tu frustración. Llevas años sirviendo al imperio y el único
reconocimiento que te han hecho es nombrarte caballero, pero lo harán el mismo
día que a mí y debe ser frustrante.
-Lo
es, pero lo aceptaré encantado si te veo capacitado para ser considerado como
mi igual o mi superior-dijo sonriendo levemente-. Anda, desenfunda de una
maldita vez la espada.
Hice
lo que me pidió y comprobé que la hoja de la espada estaba intacta, sin ninguna
mella, ni un solo arañazo, con un brillo puro. No tenía ni una sola marca. Parecía
que la espada era nueva.
-Un
buen caballero debe tener una espada que esté a su altura-dijo Garlet sonriendo
más ampliamente-. Los chicos y yo hemos pensado que va siendo hora de que
tengas tu primera espada. No es de las mejores, pero esperamos que te guste.
-¿De
verdad esta espada es para mí?-pregunté en mi asombro, lleno de dicha por
recibir tal regalo-. Yo… no sé qué decir.
-No
digas nada, solo pelea contra mí y comprobemos si esa espada te viene bien-dijo
desenfundando su espada y poniéndose en guardia-. Si eres la mitad de talentoso
de lo que dicen, aceptaré que tengas una posición privilegiada por encima de
mí, y te trataré como un hermano caballero más. Pero como me decepciones te
pienso quitar la espada.
El
tono con el que me amenazó en su última frase provocó una sonrisa en mi rostro.
Deposité la funda de la espada en el suelo con suavidad y me puse en guardia
frente a él. Apenas nos separaban tres metros de distancia, nuestras espadas
casi podían rozarse. Chocamos ambas hojas una primera vez como saludo y respeto
y comenzamos el duelo.
Garlet
dio un paso hacia delante tratando de golpear la hoja de mi espada para romper
mi guardia. Mi primer impulso era bajar el arma y agacharme para buscar un
hueco en su defensa por el cual abatirle, pero opté por saltar hacia atrás.
Había combatido ya a su lado y sabía que su habilidad con la espada era
bastante elevada, por lo que una acción así sería demasiado arriesgada y podría
llegar a ponerme en una posición desventajosa.
Su
superior habilidad quedó demostrada cuando, siguiendo el movimiento de su
espada al pasar por encima de la mía, giró sobre sí mismo, adelantando primero
un pie para avanzar en el giro y terminándolo adelantando el otro, y lanzó otro
tajo, bastante más rápido y fuerte que el anterior, contra mi espada. Las hojas
chocaron y empezamos a forcejear. Entre el golpe y su fuerza me vi obligado a
sostener la empuñadura de mi arma con las dos manos para no ceder ante su
empuje.
-Ya
puedo considerarme oficialmente como la primera marca de tu arma-dijo Garlet
riéndose.
-Pero
no esperes ser también el último-respondí confiando en mis habilidades.
-Quizá
sí seré el último en golpear esta espada estando en tus manos-me vaciló
retrocediendo un paso para poner fin al forcejeo.
Mantuvimos
las distancias durante unos segundos hasta que Garlet volvió a tomar la
iniciativa. Volvió a cargar contra mí de frente, lanzando una estocada que
evité desviando su espada hacia un lado con un golpe. Pensé que podría
aprovechar aquello a mi favor y llevar mi espada directamente al hombro
descubierto de mi rival, pero parecía que tenía aquello previsto pues siguió su
rumbo, pasando por mi lado. Casi al instante comprendí cuál era su intención,
por lo que me eché a un lado y pude sentir la punta de su arma rasgándome la
manga de la camisa. Había aprovechado su movimiento como si de un amago se
tratase para situarse a mi espalda y lanzar un tajo desde la diagonal.
-No
hay forma de engañarte, ¿eh?-dijo satisfecho Garlet.
-No
pienso ser derrotado aun-contesté lanzando girando sobre mis pies hacia mi
derecha para lanzarle un tajo directo a su rostro.
Aun
teniendo la intención de detener el avance de mi espada a pocos centímetros, él
pudo detenerla a tiempo con su arma. En la posición en la que ambos acabamos,
él acabó sacando ventaja dándome una patada en mi costado derecho con su pierna
izquierda. Sentí que el golpe me empujaba hacia un lado y me dejé caer al
suelo, rodando e incorporándome lo más rápido que puse. Mientras todavía me
encontraba de rodillas, él saltó hacia mí y me lanzó un fuerte tajo desde
arriba, sosteniendo su espada con las dos manos. Me vi obligado a rodar
nuevamente hacia un lado y pude ver cómo su hoja se acababa clavando en el
suelo. Pensé que esa era mi oportunidad y me levanté con rapidez para
desarmarle al instante, golpeando con mi espada justo donde la hoja y la empuñadura
se fundían.
Garlet
soltó la espada por la fuerza de mi golpe, sorprendido. Aunque se sorprendió
más aun cuando sintió el filo de mi espada posándose en su cuello.
-¿He
estado a la altura?-pregunté con sorna, riéndome. Separé mi espada de su cuello
para que no se sintiera amenazado y me dirigí hacia donde dejé la funda para
guardar la espada y atármela a la cintura.
-Llegué
a pensar que te iba a matar y todo cuando no moviste el brazo-admitió soltando
un suspiro. En cuanto le quité el arma del cuello se agachó para recoger su
espada-. ¿A quién se le ocurre rodar cuando un arma está amenazando con
cortarle en dos desde arriba?
-A
alguien que ha conseguido desarmarte gracias a eso-respondí riéndome, viendo
cómo enfundaba la hoja de su arma-. ¿Tenías acaso intención de matarme?
-Para
nada, pensé que serías listo y que detendrías mi espada.
-Pues
fui más listo y te desarmé.
-Admito
que eres muy bueno, Celadias. Y que esa espada tuya te acompañará a lo largo de
muchas batallas-dijo orgulloso, posando una mano sobre mi hombro-. Consérvala,
¿vale? Es un regalo por parte de todos.
-Muchas
gracias, Garlet. Si te soy sincero, jamás pensé que fuésemos a llevarnos tan
bien.
-Somos
hermanos de armas. Todos los que estamos en el escuadrón lo somos. Nos insultaremos
y nos pelearemos, pero nos defenderemos y ayudaremos siempre que haga falta.
Anda, vámonos a la ciudad, que ambos necesitamos descansar.
En
el camino de regreso ambos hablamos y reímos como si de dos buenos amigos nos
tratásemos. El regalo me había dejado bastante impresionado, y el combate me
dio la dosis de adrenalina que ya empezaba a echar en falta. Aquella espada que
me entregó sería bastante mimada por mi parte, pensaba cuidarla y pulirla todos
los días para impedir que se oxidara y mellase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario