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lunes, 7 de septiembre de 2015

Capítulo 19: Caballero



El día del nombramiento empezó nublado, pero aquellas nubes no serían suficientes para estropear uno de los días más importantes de mi vida, aunque aun no sabía que sería el punto de inflexión de mi carrera. La plaza frente al palacio estaba abarrotada de personas que querían ver de cerca de los nuevos caballeros del imperio. Nos miraban con respeto y admiración conforme pasábamos con nuestras nuevas y elegantes armaduras negras. Todos vestíamos con la misma armadura negra que nos presentó Barferin en el cuartel salvo él mismo, cuya armadura tenía un porte más distinguido y la K del torso se plasmaba rojiza en una larga capa negra que se extendía desde sus hombros hasta casi rozar el suelo. Sujetábamos nuestros cascos con nuestras propias manos, dejando nuestros rostros al descubierto. Solo esperaba que nadie se percatara de mi nerviosismo.

Creyendo que al llegar al palacio tendríamos algo más de intimidad, mis ilusiones de una ceremonia más privada se hicieron añicos ante la mirada de miles de nobles expectantes. Una larga alfombra roja se extendía desde la entrada hasta los pies de las escaleras. Alrededor de la alfombra los guardias se apostaron entre los nobles y nosotros, creando un camino para poder pasar hasta llegar al emperador y a su caballero personal, Hatik.

La ceremonia transcurrió con normalidad tal y como las leyes antranas lo requerían. Los nobles se mantuvieron en silencio hasta que concluyó el nombramiento tras nuestro juramento de lealtad, bastante similar al que tuvimos que hacer al alistarnos como soldados, momento en el cual estallaron en aplausos y vítores. Aunque todos sabíamos que la mayoría eran para el emperador y no por nosotros ni por nuestro nuevo título. Al menos organizaron una fiesta en el salón del palacio en nuestro honor, a la cual pudimos invitar a nuestros seres más cercanos. Aquella sería la primera vez que mis amigos se verían rodeados de tantos nobles en una fiesta tan distinguida. Y lo mismo ocurría conmigo mientras me preguntaba si aquella sería la última fiesta o si, como caballero, estaría invitado a más. Aunque aquel detalle no tenía la más mínima importancia en realidad y aparté ese pensamiento rápido de mi cabeza. Mi madre y Kestix prefirieron quedarse en casa, pensando que no se sentirían cómodos en aquella fiesta. A decir verdad, yo también me sentía fuera de lugar, a pesar de que, en parte, esa fiesta estaba organizada para mí.

Durante un buen tramo de la fiesta me mantuve junto a mis compañeros charlando, riendo y brindando por nuestro nuevo título.

-¿Esto significa entonces que somos nobles ahora?-pregunté en mi más infinita inocencia, y todos se echaron a reír.

-Tenemos un título que no significa una mierda para esos engreídos lameculos con mansiones lujosas hechas de oro-dijo con un tono despectivo, y bastante alcoholizado, Garlet.

-No le quites la ilusión al chaval. Es la primera persona de baja cuna en conseguir un título tan joven-dijo Barferin dándome una palmada en la espalda-. Y deja de beber o nos dejarás en evidencia.

-¡Solo llevo cinco copas!-se quejó replicando Garlet mientras todos reíamos.

-Me da igual si nos siguen mirando como si fuésemos inferiores, yo estoy orgulloso de lo que soy. No necesito tener un título ni estar a su altura en el estatus social para sentirme bien conmigo mismo-dije, sorprendiéndome algo más tarde.

-¡Eh, Celadias!-escuché a mis espaldas. Al girarme me encontré con la mirada de Karter tras de mí. A su lado se encontraba Trent-. ¿Cuánto tiempo más piensas evitarnos?

-¡Habéis venido!-exclamé contento, abrazando a ambos.

-No podíamos perdernos una fiesta en tu honor-dijo Trent sonriente.

-Y menos cuando hay comida y bebida gratis-añadió Karter, quien recibió una colleja de Trent por su comentario.

-Me alegra que veros por aquí, chicos-comenté contento-. Gracias por haber venido.

-Gracias a ti por invitarnos. Temíamos que fueses a ser como esos caballeros que nos miran con desprecio por encima del hombro-contestó Karter.

-Además, tenemos que darte una sorpresa-añadió esta vez Trent, mostrando un pañuelo azul-. Será solo un momento, no nos dejaron entrar con la sorpresa al palacio-dijo dejando que Karter cogiese el pañuelo para vendarme los ojos.

Con visibilidad nula a causa del pañuelo, dejé que Trent y Karter me guiaran por entre el gentío atravesando el salón. Poco a poco empecé a escuchar la música más lejana y el jaleo de la gente se convirtió en un murmullo apenas audible por la reverberación de la entrada. Nuestros pasos resonaban con eco conforme nos acercábamos al gran portón de madera y pude sentir la suave brisa del exterior acariciando mi rostro. Pocos metros después de atravesar la puerta sentí una mano en mi hombro, haciéndome parar, y, un segundo después, el nudo que había tras mi nuca se deshizo, haciendo que el pañuelo se soltase y pudiera ver de nuevo.

Al caer la noche, el cielo se despejó y dejó mostrar una luna llena espléndida. Y fue gracias a su luz y a la de las antorchas junto a la puerta que pude ver un rostro añorado en aquellos meses que habían pasado desde nuestra despedida. Aquella sorpresa me dejó enmudecido y sin saber qué hacer; no sabía cómo reaccionar.

-Menuda armadura llevas, pareces alguien importante-dijo Artrio riéndose al ver que no sabía qué decir-. Parece que has sabido sacar provecho de estos meses.

-Ha llovido mucho desde la última vez que nos vimos-dije aun incrédulo de que le tuviera delante de mis narices.

-Pero creo que tú has sido el que más ha progresado para cumplir sus sueños en todo este tiempo-reconoció Artrio con cierto orgullo.

-Tú llevas viajando desde antes de que entrase en el ejército.

-Y mira para lo que me ha servido, aun no soy capaz de vivir sin un hogar al que regresar-respondió riéndose.

La conversación siguió durante un buen rato. Él me comentaba cómo eran las tierras más allá del océano, yo le conté cómo fue la batalla y cuál era el transcurso de la guerra. También le comenté los últimos detalles que habíamos recibido, aunque aun fuesen meros rumores y especulaciones.

-Se dice que los que nos asaltaron no eran torvalinos solamente, que habían soldados rebeldes en sus filas-le comenté durante la narración de la batalla-. Ahí perdimos a la mayoría de nuestros compañeros y a nuestro capitán.

-Pero os ha venido bien, en cierto modo. Ahora sois caballeros y habéis formado un escuadrón especial-dijo Artrio sonriente, aunque yo no podía compartir su misma felicidad-. Lo siento, supongo que no es agradable pensar en la muerte de tus camaradas, y menos aun que alguien te diga que ha sido algo bueno

-No te preocupes, en cierto modo tienes razón-dije suspirando.

Durante unos segundos el silencio se apoderó del grupo hasta que Trent decidió romper el hielo para amenizar el ambiente.

-¿Sabéis? El maestre me ha aconsejado que emprenda un viaje hacia Alquimia-anunció con la esperanza de que nos animásemos-. Me ha recomendado que vaya acompañado de alguien para la travesía, y pensé que vosotros podríais ayudarme. Partiría mañana al alba.

-Yo empiezo con la guardia patrullando la ciudad-dijo Karter suspirando. Parecía estar desilusionado por no poder acompañarnos-. Pero seguro que a Artrio no le importará acompañarte. Es quien tiene más experiencia en este tipo de cosas.

-Tienes razón, seguro que contigo no me perdería por el camino-dijo Trent mirando directamente a Artrio. Parecía suplicarle que aceptase su petición. Y Artrio suspiró.

-El camino puede estar repleto de peligros, y no creo que pueda cuidar de ti yo solo en caso de que nos asalten. Quizá con un caballero entre nosotros sea más fácil llegar.

-¿Estás diciendo que os acompañe?-pregunté al notar la indirecta de Artrio, quien me miraba sonriente.

-Solo estaremos ahí un par de días mientras aprendo las nociones básicas de la alquimia-dijo Trent para intentar convencerme-. Además, entre las anotaciones que haga y los manuscritos que me puedan prestar, no necesitaré estar mucho tiempo ahí.

-Solo será un viaje de una semana, Celadias-dijo Artrio-. Venga, será divertido, y le harás un gran favor.

-Está bien… Pero tendré que pedirle permiso a Barferin para poder abandonar la ciudad durante una semana entera.

-De acuerdo entonces. ¿Qué os parece si quedamos al amanecer en la plaza central los tres?-preguntó Artrio para establecer una hora y un lugar para reunirnos-. Si no apareces consideraremos que no podrás acompañarnos y partiremos sin ti, Celadias, ¿te parece bien?

Acepté asintiendo con la cabeza y acordamos vernos todos al amanecer en la plaza central. Al quedar tan temprano, decidí entrar a la fiesta solo para pedirle la autorización a Barferin y retirarme para descansar lo que quedaba de noche. El capitán parecía tener dudas al principio, incluso fue a hablar con el maestre para buscar la forma de poder justificar mi ausencia.

-Trent es un gran alumno y su mente será importante en un futuro, por eso le aconsejé que fuese al poblado de los alquimistas y recopilase algunas nociones para que pudiera estudiar la alquimia más a fondo en la ciudad-dijo el maestre-. Sería un desperdicio que le ocurriera algo, por lo que podría realizar una petición formal a vuestro escuadrón para que Celadias sirva como guardaespaldas para Trent.

-¿Y si el emperador no acepta? Nosotros partiremos al amanecer, no hay forma de que nos dé tiempo a recibir su autorización-contesté nervioso.

-Él no tiene que autorizarnos a nada-respondió Barferin con tranquilidad-. Ahora somos un escuadrón especial, un escuadrón de caballeros. Podemos aceptar cualquier petición formal que nos hagan sin necesidad de que él acepte.

-¿Cómo si fuésemos mercenarios?-pregunté confuso.

-Para nada. Solo servimos al emperador y a las altas instituciones del imperio. Y el maestre tiene el privilegio de poder hacernos las peticiones que vea oportunas, como en este caso.

-¿Eso quiere decir que podré acompañar a Trent?-volví a preguntar, en esta ocasión entusiasmado.

-Tramitaremos la petición mañana por la mañana antes de que nadie sepa que os habéis ido de la ciudad. Ahora vete a descansar, os espera un viaje largo.

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