El
día del nombramiento empezó nublado, pero aquellas nubes no serían suficientes
para estropear uno de los días más importantes de mi vida, aunque aun no sabía
que sería el punto de inflexión de mi carrera. La plaza frente al palacio
estaba abarrotada de personas que querían ver de cerca de los nuevos caballeros
del imperio. Nos miraban con respeto y admiración conforme pasábamos con
nuestras nuevas y elegantes armaduras negras. Todos vestíamos con la misma
armadura negra que nos presentó Barferin en el cuartel salvo él mismo, cuya
armadura tenía un porte más distinguido y la K del torso se plasmaba rojiza en una larga capa
negra que se extendía desde sus hombros hasta casi rozar el suelo. Sujetábamos
nuestros cascos con nuestras propias manos, dejando nuestros rostros al
descubierto. Solo esperaba que nadie se percatara de mi nerviosismo.
Creyendo
que al llegar al palacio tendríamos algo más de intimidad, mis ilusiones de una
ceremonia más privada se hicieron añicos ante la mirada de miles de nobles
expectantes. Una larga alfombra roja se extendía desde la entrada hasta los
pies de las escaleras. Alrededor de la alfombra los guardias se apostaron entre
los nobles y nosotros, creando un camino para poder pasar hasta llegar al
emperador y a su caballero personal, Hatik.
La
ceremonia transcurrió con normalidad tal y como las leyes antranas lo
requerían. Los nobles se mantuvieron en silencio hasta que concluyó el
nombramiento tras nuestro juramento de lealtad, bastante similar al que tuvimos
que hacer al alistarnos como soldados, momento en el cual estallaron en
aplausos y vítores. Aunque todos sabíamos que la mayoría eran para el emperador
y no por nosotros ni por nuestro nuevo título. Al menos organizaron una fiesta
en el salón del palacio en nuestro honor, a la cual pudimos invitar a nuestros
seres más cercanos. Aquella sería la primera vez que mis amigos se verían
rodeados de tantos nobles en una fiesta tan distinguida. Y lo mismo ocurría
conmigo mientras me preguntaba si aquella sería la última fiesta o si, como
caballero, estaría invitado a más. Aunque aquel detalle no tenía la más mínima
importancia en realidad y aparté ese pensamiento rápido de mi cabeza. Mi madre
y Kestix prefirieron quedarse en casa, pensando que no se sentirían cómodos en
aquella fiesta. A decir verdad, yo también me sentía fuera de lugar, a pesar de
que, en parte, esa fiesta estaba organizada para mí.
Durante
un buen tramo de la fiesta me mantuve junto a mis compañeros charlando, riendo
y brindando por nuestro nuevo título.
-¿Esto
significa entonces que somos nobles ahora?-pregunté en mi más infinita
inocencia, y todos se echaron a reír.
-Tenemos
un título que no significa una mierda para esos engreídos lameculos con
mansiones lujosas hechas de oro-dijo con un tono despectivo, y bastante
alcoholizado, Garlet.
-No
le quites la ilusión al chaval. Es la primera persona de baja cuna en conseguir
un título tan joven-dijo Barferin dándome una palmada en la espalda-. Y deja de
beber o nos dejarás en evidencia.
-¡Solo
llevo cinco copas!-se quejó replicando Garlet mientras todos reíamos.
-Me
da igual si nos siguen mirando como si fuésemos inferiores, yo estoy orgulloso
de lo que soy. No necesito tener un título ni estar a su altura en el estatus
social para sentirme bien conmigo mismo-dije, sorprendiéndome algo más tarde.
-¡Eh,
Celadias!-escuché a mis espaldas. Al girarme me encontré con la mirada de
Karter tras de mí. A su lado se encontraba Trent-. ¿Cuánto tiempo más piensas
evitarnos?
-¡Habéis
venido!-exclamé contento, abrazando a ambos.
-No
podíamos perdernos una fiesta en tu honor-dijo Trent sonriente.
-Y
menos cuando hay comida y bebida gratis-añadió Karter, quien recibió una
colleja de Trent por su comentario.
-Me
alegra que veros por aquí, chicos-comenté contento-. Gracias por haber venido.
-Gracias
a ti por invitarnos. Temíamos que fueses a ser como esos caballeros que nos
miran con desprecio por encima del hombro-contestó Karter.
-Además,
tenemos que darte una sorpresa-añadió esta vez Trent, mostrando un pañuelo
azul-. Será solo un momento, no nos dejaron entrar con la sorpresa al
palacio-dijo dejando que Karter cogiese el pañuelo para vendarme los ojos.
Con
visibilidad nula a causa del pañuelo, dejé que Trent y Karter me guiaran por
entre el gentío atravesando el salón. Poco a poco empecé a escuchar la música
más lejana y el jaleo de la gente se convirtió en un murmullo apenas audible
por la reverberación de la entrada. Nuestros pasos resonaban con eco conforme
nos acercábamos al gran portón de madera y pude sentir la suave brisa del
exterior acariciando mi rostro. Pocos metros después de atravesar la puerta
sentí una mano en mi hombro, haciéndome parar, y, un segundo después, el nudo
que había tras mi nuca se deshizo, haciendo que el pañuelo se soltase y pudiera
ver de nuevo.
Al
caer la noche, el cielo se despejó y dejó mostrar una luna llena espléndida. Y
fue gracias a su luz y a la de las antorchas junto a la puerta que pude ver un
rostro añorado en aquellos meses que habían pasado desde nuestra despedida.
Aquella sorpresa me dejó enmudecido y sin saber qué hacer; no sabía cómo
reaccionar.
-Menuda
armadura llevas, pareces alguien importante-dijo Artrio riéndose al ver que no
sabía qué decir-. Parece que has sabido sacar provecho de estos meses.
-Ha
llovido mucho desde la última vez que nos vimos-dije aun incrédulo de que le
tuviera delante de mis narices.
-Pero
creo que tú has sido el que más ha progresado para cumplir sus sueños en todo
este tiempo-reconoció Artrio con cierto orgullo.
-Tú
llevas viajando desde antes de que entrase en el ejército.
-Y
mira para lo que me ha servido, aun no soy capaz de vivir sin un hogar al que
regresar-respondió riéndose.
La
conversación siguió durante un buen rato. Él me comentaba cómo eran las tierras
más allá del océano, yo le conté cómo fue la batalla y cuál era el transcurso
de la guerra. También le comenté los últimos detalles que habíamos recibido,
aunque aun fuesen meros rumores y especulaciones.
-Se
dice que los que nos asaltaron no eran torvalinos solamente, que habían
soldados rebeldes en sus filas-le comenté durante la narración de la batalla-.
Ahí perdimos a la mayoría de nuestros compañeros y a nuestro capitán.
-Pero
os ha venido bien, en cierto modo. Ahora sois caballeros y habéis formado un
escuadrón especial-dijo Artrio sonriente, aunque yo no podía compartir su misma
felicidad-. Lo siento, supongo que no es agradable pensar en la muerte de tus
camaradas, y menos aun que alguien te diga que ha sido algo bueno
-No
te preocupes, en cierto modo tienes razón-dije suspirando.
Durante
unos segundos el silencio se apoderó del grupo hasta que Trent decidió romper
el hielo para amenizar el ambiente.
-¿Sabéis?
El maestre me ha aconsejado que emprenda un viaje hacia Alquimia-anunció con la
esperanza de que nos animásemos-. Me ha recomendado que vaya acompañado de
alguien para la travesía, y pensé que vosotros podríais ayudarme. Partiría
mañana al alba.
-Yo
empiezo con la guardia patrullando la ciudad-dijo Karter suspirando. Parecía
estar desilusionado por no poder acompañarnos-. Pero seguro que a Artrio no le
importará acompañarte. Es quien tiene más experiencia en este tipo de cosas.
-Tienes
razón, seguro que contigo no me perdería por el camino-dijo Trent mirando
directamente a Artrio. Parecía suplicarle que aceptase su petición. Y Artrio
suspiró.
-El
camino puede estar repleto de peligros, y no creo que pueda cuidar de ti yo
solo en caso de que nos asalten. Quizá con un caballero entre nosotros sea más
fácil llegar.
-¿Estás
diciendo que os acompañe?-pregunté al notar la indirecta de Artrio, quien me
miraba sonriente.
-Solo
estaremos ahí un par de días mientras aprendo las nociones básicas de la
alquimia-dijo Trent para intentar convencerme-. Además, entre las anotaciones
que haga y los manuscritos que me puedan prestar, no necesitaré estar mucho
tiempo ahí.
-Solo
será un viaje de una semana, Celadias-dijo Artrio-. Venga, será divertido, y le
harás un gran favor.
-Está
bien… Pero tendré que pedirle permiso a Barferin para poder abandonar la ciudad
durante una semana entera.
-De
acuerdo entonces. ¿Qué os parece si quedamos al amanecer en la plaza central
los tres?-preguntó Artrio para establecer una hora y un lugar para reunirnos-.
Si no apareces consideraremos que no podrás acompañarnos y partiremos sin ti,
Celadias, ¿te parece bien?
Acepté
asintiendo con la cabeza y acordamos vernos todos al amanecer en la plaza
central. Al quedar tan temprano, decidí entrar a la fiesta solo para pedirle la
autorización a Barferin y retirarme para descansar lo que quedaba de noche. El
capitán parecía tener dudas al principio, incluso fue a hablar con el maestre
para buscar la forma de poder justificar mi ausencia.
-Trent
es un gran alumno y su mente será importante en un futuro, por eso le aconsejé
que fuese al poblado de los alquimistas y recopilase algunas nociones para que
pudiera estudiar la alquimia más a fondo en la ciudad-dijo el maestre-. Sería
un desperdicio que le ocurriera algo, por lo que podría realizar una petición
formal a vuestro escuadrón para que Celadias sirva como guardaespaldas para
Trent.
-¿Y
si el emperador no acepta? Nosotros partiremos al amanecer, no hay forma de que
nos dé tiempo a recibir su autorización-contesté nervioso.
-Él
no tiene que autorizarnos a nada-respondió Barferin con tranquilidad-. Ahora
somos un escuadrón especial, un escuadrón de caballeros. Podemos aceptar
cualquier petición formal que nos hagan sin necesidad de que él acepte.
-¿Cómo
si fuésemos mercenarios?-pregunté confuso.
-Para
nada. Solo servimos al emperador y a las altas instituciones del imperio. Y el
maestre tiene el privilegio de poder hacernos las peticiones que vea oportunas,
como en este caso.
-¿Eso
quiere decir que podré acompañar a Trent?-volví a preguntar, en esta ocasión
entusiasmado.
-Tramitaremos
la petición mañana por la mañana antes de que nadie sepa que os habéis ido de
la ciudad. Ahora vete a descansar, os espera un viaje largo.
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