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lunes, 14 de septiembre de 2015

Capítulo 22: Verdadera identidad



La conmoción por aquel ajetreo había sido bastante grande. Ris no podía parar de llorar y temblar a causa de la tensión que estaba sufriendo. Dert se mantenía a su lado con entereza, intentando ser su fortaleza. Trent miraba atónito los ojos azules de ambos mientras los demás alquimistas cuchicheaban entre ellos. Los únicos que no parecían haberse inmutado al conocer aquello eran Artrio y el maestre alquimista, quienes se habían puesto a conversar en voz baja el uno con el otro. Y Artrio se acercó a mí para pedirme algo:

-Ris parece haber cogido algo de confianza en ti. Sácala del poblado, a ver si estando lejos de tantas miradas se tranquiliza un poco. El maestre y yo necesitamos hablar con Dert a solas.

-Sabes que esto es por tu culpa, Artrio-le respondí enfadado-. ¿Qué pensáis hacerle a Dert?

-Solo queremos hablar con él para que nos aclare lo de su ojo azul, nada más. Ahora vete con Ris, por favor-dijo sin darme opción a responderle mientras, junto al maestre, se acercaba a Dert.

Pude ver cómo hablaban con él, aparentemente calmados. Cuando soltó la mano de su hermana me acerqué a ella para hacer lo que Artrio me pidió. Le sugerí que fuésemos a un sitio más apartado y no dudó ni un segundo en abandonar la aldea conmigo, dejando la venda, que antes tapaba su ojo, tirada en el suelo donde cayó. Seguimos la corriente del río, alejándonos de las cabañas hasta que nos encontramos a solas a una distancia considerable del poblado. Ris se sentó en la orilla del río metiendo sus pies descalzos en el agua que fluía, sin importarle mojar el borde del camisón.

-¿Por qué ha hecho eso?-preguntó tras todo el camino en silencio, tratando de contener sus lágrimas y tranquilizarse.

-No lo sé-respondí sincero, secando las pocas lágrimas que se atrevían a caer por sus sonrojadas mejillas a causa del llanto-. Él nunca había sido así. ¿Qué pasó en la cabaña? Tu hermano y él parecían haberse pegado-me atreví a preguntar, recordando que ambos tenían marcas de golpes en sus rostros.

-Dert y Artrio discutieron y empezaron a gritarse. Artrio le insistía una y otra vez en que dijera quiénes éramos, hasta que se pegaron. Yo intenté separarlos, pero me llevé un golpe-dijo desabrochándose un poco el camisón para dejar ver un moratón sobre su pecho-. Dert, al verlo, se enfadó más y se abalanzó contra tu amigo. Tuvieron que entrar varias personas para poner fin a la disputa-concluyó abrochándose el camisón de nuevo.

-¿Tú te encuentras bien?-pregunté preocupado al ver que recibió un golpe, apartándole el pelo de la cara para ver si tenía alguna marca más.

-No te preocupes, estoy bien-respondió sonriendo, recostándose sobre mí. Me sorprendí al sentirlo pero dejé que se apoyase en mí, pasando un brazo por detrás de sus hombros para abrazarla-. Dime, Celadias… ¿Tienes miedo de mí?

Aquella pregunta me dejó impactado, y, sin entender por qué la hizo, le respondí:

-Claro que no tengo miedo. ¿Por qué debería tenerlo? Eres una chica bastante dulce y simpática. Que tengas un ojo de cada color no va a cambiar nada.

-Las personas, cuando lo descubren, sienten miedo. Creen que algo malo les va a pasar por estar cerca de nosotros-admitió la joven, con la voz algo temblorosa-. Nosotros no somos malas personas…

-Tranquila, no vamos a haceros nada, ¿vale?-dije intentando calmarla-. Somos amigos, ¿verdad?

La chica asintió con la cabeza. Parecía estar más animada y tranquila después de aquella pequeña charla. Quise preguntarle acerca de por qué tenía aquel ojo azul tan claro cuando Trent llegó corriendo.

-Artrio quiere veros en la cabaña-dijo jadeando, intentando recuperar el aliento.

-¿Ha pasado algo malo?-pregunté, soltando a Ris, quien se puso en pie.

-No, pero tampoco quiero hacerle esperar-dijo riéndose.

Me puse en pie y cogí de la mano a Ris para volver de nuevo al poblado. Todos habían vuelto a sus labores y parecía que habían dejado de lado lo sucedido. En la cabaña se encontraban sentados junto a una mesa Artrio, Dert y el maestre alquimista, quienes nos miraron esperando a que nos uniéramos a la conversación.

-Será mejor que zanjemos este asunto cuanto antes para que estemos todos tranquilos y en paz de nuevo-dijo el maestre con calma-. ¿Por qué no nos contáis lo que sois?-preguntó mirando a los dos hermanos.

-Supongo que todos los que estamos aquí conocemos la leyenda del dios Vyr, ¿verdad?-comenzó Dert, y todos asentimos con la cabeza-. Eso nos facilitará entonces explicarnos.

-Nosotros somos videntes-comenzó a explicar Ris-. A veces tenemos visiones de lo que ocurrirá en el futuro. En ocasiones, esas visiones ocurren cuando estamos despiertos, pero, normalmente, las tenemos en nuestros sueños.

-¿Y por qué tapáis vuestros ojos?-preguntó Trent.

-La primera razón era porque la gente nos tenía miedo por la leyenda de Vyr, porque piensan que las desgracias que predecimos son causadas por nosotros-dijo Ris triste.

-Pero nosotros solo las predecimos en nuestras visiones-le interrumpió Dert, algo alterado-. Esas desgracias ocurrirían aunque nosotros no estuviéramos cerca.

-¿Solo veis las desgracias?-me atreví a preguntar.

-Cualquier acontecimiento importante que cambie el curso del destino lo podemos ver en nuestras visiones-respondió Dert-. Normalmente son cosas que ocurrirán en un entorno cercano al nuestro, o que acabará afectándonos a nosotros de alguna forma.

-Pero también hemos llegado a tener visiones de acontecimientos de gran importancia en el futuro que puedan afectar a muchas personas-terminó de explicar Ris-. Aunque, como ya sabréis, no podemos interferir en ellos.

-Tiene que ser una gran molestia prever la muerte de los demás y no poder hacer nada para cambiarlo. Una maldición en toda regla-apuntó el maestre apesadumbrado.

-Pero ese es el destino de los videntes-dijo Ris agachando la cabeza.

-Creía que solo era una leyenda-dijo Artrio confuso con aquella explicación.

-Somos reales, y hay más como nosotros-contestó Dert-. Lo más molesto de nuestro don, porque nos negamos a considerarlo una maldición de los dioses, es el trato que recibimos de los demás cuando nos descubren.

-¿Es por eso por lo que nunca os asentáis en un lugar?-preguntó Artrio, intentando atar cabos. Y ambos asintieron con la cabeza al mismo tiempo.

-No tenéis por qué temer más entonces-contesté sonriendo-. Podéis venir a Arstacia con nosotros si queréis, no os pasará nada.

-Celadias tiene razón, nosotros podemos protegeros-dijo Trent entusiasmado con la idea de que volvieran con nosotros-. Él es caballero, y pronto se convertirá en alguien importante para el imperio, y tenemos un amigo que es soldado que podría tumbar a cualquiera de un solo puñetazo-añadió riéndose, refiriéndose a Karter.

-No quisiéramos causaros molestias-dijo Dert, declinando la oferta-. Además, Arstacia es una ciudad demasiado grande y podríamos poneros en algún apuro.

-Entonces quedaos en la aldea-dijo el maestre con solemnidad-. No encontraréis un cobijo más tranquilo que el nuestro, y podréis trabajar para nosotros haciendo diversas labores.

-Además, este sitio es bastante seguro-añadió Artrio-. Todo el mundo respeta la labor que realizan los alquimistas con sus estudios y nadie se atrevería a entrar aquí para saquear y hacer daño a quienes, quizá, estén salvando sus vidas.

Ambos hermanos se quedaron en silencio reflexionando la nueva oferta que les había hecho el maestre. Ris, finalmente, rompió el silencio para dar su opinión:

-Podríamos aprender mucho viviendo aquí, y podemos ser de mucha utilidad para los alquimistas.

-Dos personas sin la obligación de estudiar podrían ayudar muchísimo en la aldea-dijo el maestre asintiendo con la cabeza, y miró a Dert-. Tú eres un chico bastante joven y corpulento, podrías ayudar a hacer cabañas más seguras y a reparar sus desperfectos. Y tu hermana podría ser una buena ayudante para los alquimistas.

-Si así está escrito en el destino, supongo que podemos quedarnos aquí-dijo Dert, convencido por las palabras del maestre.

-¡Decidido entonces, nos quedamos!-concluyó Ris bastante ilusionada.

Tras aclarar todo lo sucedido, todo volvió a la normalidad. Trent se unió nuevamente a los alquimistas para estudiar la alquimia durante el resto de nuestra estancia. Artrio ayudó a Dert a integrarse en el poblado para disculparse por el trato que les había dado y para compensarle el problema que les había causado. Ris y yo nos hicimos compañía mutua lo que quedaba aquel día, junto al río. Al medio día del día siguiente, Artrio, Trent y yo ya teníamos todo preparado para partir de nuevo hacia Arstacia.

Todos los alquimistas se reunieron tras el maestre para despedirse de nosotros. Dert y Ris encabezaban el comité con una amplia sonrisa, agradecidos de que entendiéramos la situación y aceptásemos su condición de videntes. Esta vez tenían su ojo al descubierto, mostrándolo orgullosos.

-Espero que los conocimientos que  llevas en tus manuscritos y los que os hemos dejado te sean de utilidad, joven estudiante-dijo el maestre, dirigiéndose a Trent.

-Seguiré estudiando y dando lo mejor de mí.

-Tened un buen viaje y andad con cuidado-dijo el maestre nuevamente, despidiéndose de nosotros.

Ris se separó de su hermano y se acercó a mí, dándome un fuerte abrazo y dejando un beso en mis mejillas.

-Te echaré de menos, Celadias. Prométeme que volveremos a vernos algún día.

-Te lo prometo-respondí con una sonrisa-. Vendré a visitarte y nos volveremos a ver.

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