Reproductor

lunes, 13 de julio de 2015

Capítulo 7: Regreso



El sol comenzó a ocultarse antes para nosotros que para el resto de la ciudad. Las grandes fachadas del palacio ocultaron su luz, haciendo que el patio donde estábamos entrenando se oscureciera antes de lo previsto y que el capitán nos pidiera que abandonáramos ya el edificio. Había sido un día bastante provechoso donde Karter había aprendido a manejar el espadón y yo había aprendido algunos trucos que me ayudarían a mejorar mi destreza con una mano.

En el exterior, la luz anaranjada inundaba todo a su paso con la puesta del sol, creando un juego de luces precioso y fantástico bajo un cielo que se tornaba desde rosado y anaranjado hasta oscurecerse en negro con pequeños y casi imperceptibles puntos blancos. En el patio exterior del palacio ya estaban recogiendo todas las herramientas y los soldados se retiraban a sus aposentos para descansar y recuperar fuerzas hasta el día siguiente; en las calles, así como en la plaza central, los negocios comenzaban a cerrar. Los artesanos cerraban las puertas de sus casas, algunos comerciantes recogían sus mercancías abandonando a aquellos quienes aun tenían algo de esperanza en conseguir terminar bien el día. Karter y yo nos separamos en la plaza central, sabiendo que en apenas unas horas volveríamos a vernos para juntarnos de nuevo tras tanto tiempo sin su presencia.

El corto camino de regreso a casa se me hizo interminable por el pensamiento de que Artrio fuese un traidor como había sido acusado por aquel caballero. Incluso el emperador, con aquella expresión de frialdad en su rostro, parecía haber sido convencido de lo mismo. Pero yo seguía siendo incapaz de verle atacando a la ciudad donde había nacido y donde su padre, pese a haber sido un importante soldado en la guerra dentro del bando de Arstacia, había sido bendecido con importantes sumas de dinero y una apacible vida llena de comodidades, siendo protegido durante los primeros años de aquellos soldados que aun tenían resentimiento por quienes habían empuñado un arma contra ellos.

Tras aquel breve tramo que me pareció una eternidad me esperaba aquella pequeña casa de dos pisos donde mi madre ya había terminado de preparar la comida. Desde el exterior podía olerse ya el aroma de su delicioso guiso. Y el estómago me gruñó, ordenándome que lo llenara con él. En ese preciso instante, me olvidé por completo de todas mis preocupaciones. Siempre dije que su guiso era el mejor de todos, y que lo hacía con el sudor de los dioses porque tenía propiedades mágicas que iban más allá de nuestro entendimiento y cada uno que hacía parecía saber mejor que el anterior.

Tardé poco en vaciar el plato. El hambre y el buen sabor del guiso hicieron que lo devorara con ganas y que casi hiciera falta que me apartaran el plato para no tragármelo también. Sin darme cuenta, incluso había llegado a sonreír despreocupado. Tras un duro  día de entrenamiento y enseñanzas, aquella comida y la agradable compañía de mi familia hacían que el miedo de a qué se dedicaba verdaderamente Artrio pasara a un segundo plano y me importara más bien poco.

Y hubiese seguido siendo así durante bastante tiempo de no ser porque alguien golpeó con suavidad la puerta con tres breves toques. Mientras mi madre recogía la mesa, yo abrí la entrada para comprobar que Artrio se encontraba tras la puerta. Él sonreía tranquilo, y yo me forcé para sonreír y no hacerle sospechar mientras volvía, una vez más, la conversación con el caballero y la petición del emperador. Aquel amigo al que tendría que juzgar en función a lo que me demostrara a partir de aquel momento vino a recogerme ataviado con ropajes de piel negra y un aspecto bastante desgreñado. Era como si acabase de volver de su viaje y no hubiese perdido ni un segundo de su tiempo. Eso explicaba por qué vino a mi casa y no a la de Karter, pues, entrando desde el acceso sur, yo me encontraba más cerca.

-Tienes cara de estar cansado-observó Artrio, y tomé aquellas palabras como saludo-. ¿He de suponer que  hoy has entrenado como soldado?

Lo único que hice fue asentir con la cabeza e indicarle que nos pusiéramos en marcha. No tenía muchas ganas de hablar y solo quería aclararme para saber cómo hablarle. De hecho, cuando quise darme cuenta estábamos ya frente a la casa de Karter y Artrio me miraba directamente a los ojos. Pude ver que parecía preocupado, quizá por haber desconectado durante todo el camino.

-Llevas mucho tiempo callado. ¿Puedo preguntarte qué ha pasado? Es como si no te alegraras de verme o algo.

-Sí, me alegro de verte-contesté con un pequeño suspiro-. Es solo que, en estos días, me han llegado algunos rumores que me han tenido preocupado.

-¿Qué clase de rumores?

-Rumores de que tus viajes no son los que dices hacer-contesté teniendo que desviar la mirada hacia un lado para huir de la suya-. He visto algo que me hace dudar y temer al mismo tiempo. Siento que no entiendo la realidad que me rodea.

-No entiendo qué quieres decirme. ¿Por qué no hablas claro?-de reojo pude ver cómo intentaba cruzar su mirada con mis ojos.

-El día de la prueba intentaron asediar la ciudad. Karter y yo combatimos por primera vez en un combate real y no sé si fue por la confusión o por qué, pero tuve la sensación de haberte visto en la llanura-mentí. Pero no se me ocurría otra forma de explicarme.

-¿Quieres decir que estaba aquí, combatiendo con vosotros?-preguntó Artrio sorprendido.

-Más bien contra nosotros…

-¿Eres consciente de tu acusación?-parecía que estaba poniéndose a la defensiva, y aquello me molestaba bastante.

-Nunca nos dices a dónde te diriges, y, de repente, nos encontramos a alguien que se parece a ti y que lucha igual que tú. ¿Qué quieres que piense?-respondí alzando un poco la voz comenzando a enfadarme.

-¿Karter sabe algo de esto?-asentí con la cabeza, diciéndole que le comenté el hallazgo al terminar la batalla-. ¿Y qué opina?

-Pregúntale a él si quieres-dije invitándole con un gesto de manos a que llamara a la puerta de nuestro amigo.

Artrio aceptó la invitación y golpeó un par de veces sobre la superficie de la puerta con los nudillos. Karter tardó apenas unos segundos en abrir la puerta con una sonrisa en sus labios que tardó aun menos tiempo en desaparecer. Artrio parecía estar mosqueado, y yo no quería ni saber qué cara tenía en aquel momento pero el grandullón parecía temernos en aquel momento.

-¿Ha pasado algo, chicos?-preguntó intentando entender la situación.

-¿Qué pasó el otro día en la batalla contra los rebeldes?-preguntó Artrio anticipándose a mí. Me comencé a arrepentir, pues temía que Karter metiera la pata al no saber que yo había mentido.

-¿Qué quieres decir?-preguntó aun más confuso, para mí tranquilidad.

-Ya le he comentado lo que te dije, que me pareció ver a alguien similar a él pelear contra nuestros compañeros-dije adelantándome esta vez yo.

-¿Qué opinas al respecto de ello, Karter?-preguntó Artrio. Por un momento, pensé que Karter no sabría qué decir y que acabaría saliendo a la luz mi mentira.

-¿Es necesario hablar de eso ahora? Celadias y yo hemos conseguido ser soldados y tú has vuelto de tu viaje ileso. ¿Qué importará si vimos a alguien como tú pelear?-saltó Karter empezando a enfadarse, o eso parecía-. Hablemos de tu viaje, de nuestra prueba y celebremos que estamos todos juntos de nuevo. ¿Acaso vamos a pelearnos después de haber estado juntos tantos años solo por rumores y habladurías? No, no lo vimos ni Celadias ni yo, ¿vale?-en ese momento supe que debería haber dicho la verdad desde un principio-. ¡¿Pero qué importa?! Somos amigos, joder, y da igual lo que haya visto la gente. Lo que importa es lo que sentimos nosotros. Tanto para lo bueno como para lo malo.

Tras su discurso, permanecimos en silencio durante unos segundos hasta que Artrio se pronunció.

-Hay que joderse… ¡Que este bruto sea el que nos tenga que sermonear!-exclamó con una sonora risotada contagiosa, haciendo que yo también me riera.

-Lo siento, Artrio, no quería dudar de ti-me disculpé al recuperarme de la risa.

-Perdóname tú a mí por no comentarte nada de mis viajes. Te prometo que te hablaré de todo lo que he hecho y todo lo que planeo hacer de ahora en adelante.

Después de ambas disculpas, ambos nos fundimos en un profundo abrazo amistoso, en el que ambos nos palmeamos la espalda como gesto de complicidad y respeto. Me sentía aliviado de que no me guardara rencor por haber dudado de él y que me fuese a contar qué había hecho en su viaje para calmar mis temores. A lo largo de la noche nos fuimos a una taberna y, acompañando nuestras historias con cerveza, contamos cómo Karter y yo peleamos en la prueba contra el instructor, superamos las últimas pruebas, combatimos contra los rebeldes, esta vez contando la verdad, e hicimos el juramento.

Por su parte, Artrio nos contó la historia de cómo llegó a puerto de Merenter para concluir su acuerdo con un capitán de barco para navegar al otro lado del océano. Nos dijo que quería descubrir las tierras más allá de las aguas, conocer distintas civilizaciones y culturas y aprender todo lo que  pudiera en su próximo viaje. Dijo también que lo lamentaba pero que tendría que ausentarse de la ciudad durante bastante más tiempo, aunque su próxima visita a Arstacia duraría mucho más tiempo del que estaría fuera.

La noche siguió prolongándose entre risas e historias, acompañadas por la cerveza de aquella taberna, y acabó con la promesa de que jamás duraríamos entre nosotros.

-Si hay algo que más desee en esta vida es luchar codo con codo junto a vosotros-nos tranquilizó Artrio tras brindar por última vez y terminar de beberse su jarra, poco antes de tener que concluir con nuestra celebración.

No hay comentarios:

Publicar un comentario