-¿Te
parece bonito dejarme aquí tirado mientras tú te vas sin decirme nada?-me
sermoneó Karter-. Tú por ahí, cumpliendo misiones, mientras yo me quedo
aburrido aquí, entrenando todos los días. Es injusto.
Al
día siguiente de mi llegada, tras darle un informe detallado de lo que había
sucedido durante el viaje a Hatik, Karter me asaltó en un momento de descuido.
Parecía que estaba ansioso por saber qué había sido de mí en los días de mi
ausencia, y no me quedó otra más que acceder a contárselo todo en la taberna
con una jarra de cerveza en nuestras manos. Eso sí, lo primero que hice fue
pedirle que me prometiera que esto no saldría de nosotros y que el único que
podía saberlo era Trent.
Le
hablé acerca de la misión, de cómo tuve que seguir a Artrio hasta Merenter sin
dejar que me viera pero sin perder contacto visual con él, de cómo le asaltaron
unos maleantes cuando se dispuso a cruzar el puente… Karter escuchaba atento mis palabras, sin
decir ni una sola palabra para no interrumpir mi historia, mientras bebía
pequeños tragos de la jarra de cerveza que había pedido que le llenaran por
segunda vez.
-Y
ahora, ¿qué ha ocurrido por aquí durante mi ausencia?-pregunté al concluir con
mi historia.
-No
gran cosa, si te soy sincero. Algunos reclutas han acabado siendo meros
guardias de la ciudad por no ser capaces de seguir el ritmo de los demás-dijo
riéndose antes de dar otro trago, más largo que cualquiera de los demás, a la
cerveza-. Bueno, espera, sí hay algo que deberías saber-mi desconcierto se hizo
notable y mi interés por lo que tenía que decir creció-. Mañana el capitán nos
asignará un escuadrón en el ejército y seremos auténticos soldados por fin.
Aquella
noticia me ilusionó bastante. Por fin dejaríamos de ser reclutas, la mierda más
baja del ejército, y seríamos soldados de verdad. Pero aun tenía algo que
decirme, lo cual me impactó bastante más:
-Cabe
la posibilidad de que uno de los dos, o ambos, vayamos al asedio de Kryn. Quizá
el escuadrón al que nos asignen vaya a ir con el resto del ejército a la batalla.
Así que puede que estés convocado a entrar en algún destacamento si tu
escuadrón irá.
-¿Cómo
voy a estar convocado para una batalla real si apenas he entrenado con el resto
del grupo?-pregunté negando con la cabeza. No quería hacerme a la idea de que
fuese a unirme a ningún escuadrón tan temprano. Y no era por miedo, pues tenía
ganas de combatir y saber lo que era capaz de hacer, pero era imposible que el
capitán quisiera que le acompañara a una escaramuza sin tener la suficiente
preparación.
-Tu potencial
se conoce desde el día de las pruebas, y has hecho más misiones que la mayoría
de nosotros.
-Mi
única misión fue vigilar a una persona, y no corrí peligro real en ningún
momento.
-Te
enfrentaste a unos bandidos-discrepó Karter.
-Estaban
centrados en herir a Artrio, yo simplemente aproveché el factor sorpresa para
dispersarlos-comenté encogiéndome de hombros con indiferencia-. Y dos
escaparon, recuérdalo.
-¡Hiciste
que huyeran!
-¿Quieres
dejar de convencerme? No creo estar preparado para combatir en una batalla real
y punto.
Karter
se dio por vencido y regresó a su única preocupación: beber. Nos mantuvimos
callados por unos segundos hasta que decidí romper el silencio con una pregunta
que llevaba un buen rato rondándome por la cabeza y a la que no conseguía
encontrarle ninguna respuesta.
-¿A
cuántos hombres piensan movilizar?
-Desde
Arstacia irán mil soldados-respondió Karter, aunque no se quedó ahí-. Pero la
cosa va a más: Nos reuniremos con más de diez mil soldados venidos de otras
ciudades.
-¿Y
qué es tan importante como para reunir un ejército tan grande?-pregunté
sorprendido por el número de soldados.
-Parece
que una ciudad vecina ha estado dando alojamiento a los rebeldes bajo la
protección de su conde. A ver si recuerdo su nombre… Creo que era Joklar.
-¿Y
tan grande es la ciudad como para que enviemos tantos soldados?
-Su
conde es una de las personas más ricas e influyentes de toda Antran-me aclaró
Karter terminando de vaciar la jarra. Y, cómo no, le pidió al tabernero que la
volviera a llenar. A decir verdad, juraría que esa era la tercera, pero dudaba
haber podido seguir bien la cuenta-. Se dice que en su ciudad hay más de un
millar de guardias patrullando, y quinientos hombres más en el interior de su
palacio. Además, cuenta con una tropa personal de diez caballeros nombrados por
el mismísimo emperador.
-Vale,
pero eso no hace ni dos mil soldados en total. ¿Por qué es necesario que
vayamos tantos?-pregunté sin seguir encontrando ninguna explicación lógica.
-El
condado de Joklar es un terreno que se expande desde el este del bosque hasta
llegar a la frontera. Hay varios poblados pequeños que podrían darle
perfectamente cincuenta hombres más. Por no hablar de la relación que tiene con
el rey de Torval.
-¿Qué
relación?
-Su
hija mayor se casará con el príncipe torvalino.
-¿Eso
no está considerado conspiración contra su alteza?
-¿Entiendes
por qué tantos hombres?-respondió a mi pregunta con otra, dibujando una sonrisa
burlona en sus labios-. Después de esta batalla el imperio entrará en guerra
con Torval.
-Y
debemos asegurarnos de que nuestro primer paso sea certero-concluí viendo cómo
me daba la razón, mostrando una sonrisa como la de un maestro sintiéndose
orgulloso por su alumno. Lo cual me repateaba, pero para una vez que podía
sentirse así no iba a ser yo quien le aguara la fiesta-. Entonces ahora sí que
tengo claro que yo no iré.
-¿Y
por qué no?
-En
Arstacia hay muy buenos soldados. Y seguro que los capitanes estarán bajo las
órdenes de los caballeros del emperador. No van a convocar a ningún recluta,
por muy bien que lo esté haciendo en los entrenamientos.
-Bueno,
ya veremos entonces qué nos dice mañana el capitán-concluyó, vaciando por
última vez la jarra y dejándola sobre la mesa mientras se ponía en pie,
tambaleándose como si se hubiese mareado. Aunque ambos sabíamos qué era lo que
le pasaba en verdad-. Creo que he bebido demasiado…
-Has
bebido lo mismo que otras noches, pero más rápido de lo normal-reconocí con una
risa mientras me ponía en pie a su lado-. ¿Quieres que te ayude a llegar hasta
tu casa?
-¿Quién
te crees que soy? Si alguien intenta hacerme algo acabará con los dientes en el
suelo.
-No
es por ti por quien temo, sino por quien se cruce en tu camino-admití
ayudándole a salir de la taberna-. Además, te veo durmiendo en mitad de la
calle.
-Ni
que me hubiese bebido toda la despensa de vino de su majestad-se quejó Karter
separándose de mí-. No te preocupes, vuelve a casa y ya nos veremos mañana. Yo
puedo llegar perfectamente.
-Como
desees-me di por vencido con un suspiro, encogiéndome de hombros-. Nos vemos
mañana.
Durante
toda la noche estuve preocupado por si Karter regresaría bien a su casa. Era la
primera vez que le veía emborrachándose y, aunque no parecía estar muy afectado
por el alcohol, temía que hubiese perdido el equilibrio y se hubiera caído.
Aunque mis temores desaparecieron al día siguiente cuando, mientras formaba
filas a la espera de que nos llamaran para decirnos si los reclutas iríamos a
la guerra, le veía aparecer con unas ojeras impresionantes. Hasta daba miedo
mirarle, parecía que había salido de alguna de nuestras peores pesadillas con
aquel aspecto tan demacrado a causa del cansancio. No pude evitar reírme al ver
sus malas pintas y, cuando me dispuse a hacerle una señal, oí al capitán alzar
la voz. Fue en ese momento en el que me di cuenta de que, además de él, había
varios capitanes más.
-Todos
habéis hecho un trabajo impresionante en estas últimas semanas. Seguís siendo
soldados antranos y es hora ya de asignaros una posición en nuestros
escuadrones. Os nombraré uno a uno y os diré vuestra tropa. Después, id con el
capitán que os corresponda y él os asignará vuestra posición. Antes de eso,
dejad que me despida de todos vosotros diciéndoos que sois de los mejores
reclutas a los que he entrenado en mis diez años al mando.
Tras
la última frase que pronunció, todos nos golpeamos el pecho en la mano cerrada
en señal de respeto, sintiéndonos orgullosos de haber sido entrenados por él.
Luego, tal y como dijo, uno a uno fuimos nombrados y nos dispusieron en varios
grupos en función a nuestras habilidades y nuestras capacidades. Como era de
esperar, Karter y yo fuimos asignados tal y como nos dijo el capitán en su día.
Finalmente,
todos acabamos en nuestros respectivos escuadrones y nos dispersamos por todo
el patio con nuestros respectivos capitanes para que nos dieran la típica
charla y nos comentara nuestras nuevas instrucciones. Mi capitán, un hombre
bastante alto y con poca musculatura, con el pelo largo castaño y con los ojos
marrones, se encontraba solo conmigo y con una persona más que no había visto
nunca entre los reclutas.
-¿Te
has dado cuenta? Estamos nosotros tres solos, y solo tú eres un recluta recién
formado-comentó el capitán dirigiéndose a mí. Su voz era bastante grave pero
inspiraba complicidad en vez de temor-. ¿Por qué crees que eres el único
recluta al que le asignan mi tropa?-preguntó el capitán, y no pude responderle
pues no sabía la respuesta-. Es simple: No encajas en las demás. Tus
habilidades son claramente superior a la de los demás, y, por alguna razón,
creo que has tenido contacto con cierto caballero que te ha asignado ciertas
misiones-cuando mencionó las dos misiones que me asignó Hatik empecé a temer,
pero su discurso seguía y me tranquilizó después-. No temas, no hay nada de
malo. De hecho, soy una de las pocas personas que pueden conocer esos detalles.
Dime, ¿dónde crees que estás?
-No
puedo hacerme una idea de dónde estoy, señor-contesté con sinceridad.
-Estás
en el único lugar donde tus habilidades estarán niveladas con las de tus
compañeros. Bienvenido al orgullo del imperio, la cuarta división imperial de
infantería. Y yo, Kanos, seré tu capitán de ahora en adelante.
Había
oído muchos rumores acerca de la cuarta división imperial de infantería. Decían
que era lo más cercano que había a la élite por detrás de las fuerzas
especiales antranas. Y, por alguna razón que no conocía, yo había conseguido
entrar siendo un simple recluta, algo que jamás había pasado. Normalmente los
soldados eran trasladados a esta tropa cuando destacaban en alguna otra y veían
que podían rendir más en la cuarta tropa imperial que en los demás
destacamentos.
-Siéntete
orgulloso, chico, has logrado algo que casi nadie ha podido lograr. Pocas
personas han pasado de ser reclutas a ser la gloria del imperio-dijo uno de los
acompañantes del capitán, alguien bastante joven que rondaría apenas los
veintidós años. Tenía el pelo rubio y medio largo, aunque su flequillo casi
llegaba a taparle los ojos pese a que su “melena” ni siquiera llegaba hasta los
hombros-. Me llamo Barferin, y soy la mano derecha del capitán.
-Yo
me llamo Celadias, aunque supongo que ya lo sabíais-me presenté, y ambos
asintieron con la cabeza para confirmar mis sospechas-. ¿Por qué me han
convocado directamente a la cuarta división imperial en lugar de trasladarme como
suelen hacer?-me atreví a preguntar, pues quería salir de dudas y ambos
parecían dos hombres bastante simpáticos.
-Como
sabrás, mañana partiremos hacia Kryn, y el comandante ha decidido que tus
habilidades pueden sernos de mucha más utilidad a nosotros que al resto de
tropas-me informó Kanos-. Por eso vendrás con nosotros a la guerra.
-Pero
aun no he tenido ninguna experiencia en este tipo de misiones-repliqué.
-Has
defendido la ciudad en el último intento de asedio del ejército rebelde, así
que ya tienes algo de experiencia en el campo de batalla-comentó nuevamente el
capitán.
-Pero…
-Nos
vemos mañana en el acceso este de la ciudad. Pásate esta tarde a recoger tu
armadura y tu arma en los cuarteles-concluyó el capitán sin dejarme hablar, lo
cual me frustró un poco pero fui incapaz de mosquearme con él. Parecía que le
divertía aquello, y si se lo estaba tomando como una broma supuse que sería
porque me veía capacitado para ello.
Me
sentí orgulloso de haber sido asignado en la cuarta división imperial, a pesar de
los temores de no poder estar a la altura. Pero algo me decía que me acabaría
acostumbrando y que aquel era un paso bastante grande e importante para cumplir
mi sueño.
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