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martes, 23 de junio de 2015

Capítulo 5: Tomar una decisión



El camino de regreso a casa se me complicó bastante. Me sentía aturdido y mareado, y no conseguía entender del todo cómo era posible que pudiera mantenerme en pie y seguir andando. En casa me esperaban despiertos Kestix y mi madre, quienes seguían preocupados por mí. Creo que verme vivo no fue suficiente para calmarles y que mi estado hizo que se preocuparan aun más. Pero yo no pude hacer más que irme a la cama a intentar conciliar el sueño.

La noche fue agitada, apenas conseguí dormirme un par de veces y durante poco tiempo. Me pasé gran parte de la noche dando vueltas sobre el camastro e intentando ordenar mis pensamientos, tratando de saber cuál era el camino que debía seguir a partir de entonces. Agradecí que llegara el amanecer para acabar con aquel tormento que había sido mi noche y me levanté casi sin ganas de nada, aunque con la convicción de seguir el camino que, finalmente y tras tantas horas de sufrimiento, había decidido seguir. Hice algo de tiempo en el silencio de mi alcoba, tratando de no hacer ruido para no molestar a mi familia, antes de bajar y coger una manzana para alimentarme a lo largo de la mañana, si en algún momento me entraba hambre. La envolví en un trozo de tela limpio y la eché en una alforja pequeña.

Al salir de casa me encontré a Karter, quien me preguntó con seriedad si había tomado ya una decisión. Mi única respuesta fue asentir con la cabeza y dirigirme junto a él hacia el palacio. Al medio día, en el patio exterior del palacio, sería nuestro nombramiento como soldados, y nuestra última oportunidad para echarnos atrás. El patio exterior resplandecía por el reflejo del sol sobre las losas de piedra blanca del suelo. El acceso al interior del palacio se encontraba tras dos escaleras de mármol junto a un muro grisáceo en un extremo del patio que se acababan uniendo a la mitad del recorrido para seguir subiendo hasta la parte superior, donde se encontraban los jardines y desde el cual se colocaría el emperador para presenciar el nombramiento.

Cuando llegamos al lugar ya había varios guardias rodeando el perímetro con sus lanzas y armaduras relucientes, y algunos de los aspirantes que habían conseguido superar las pruebas. No tardaron en aparecer los demás y alguien que supuse que sería un caballero del emperador. Tenía un porte distinguido, típico y característico de alguien que pertenece a la nobleza. Dejaba caer su sedoso cabello negro sobre sus hombros. Su rostro parecía delicado pero severo al mismo tiempo, lo que, por alguna extraña razón, parecía hacerse respetar.

-Todos los presentes habéis superado las duras pruebas para formar parte del glorioso ejército antrano-comenzó a hablar, alzando la voz-. Aquí, sobre el suelo que vosotros estáis pisando ahora, hace años se libró la batalla más importante de la historia, en la que el reino de Arstacia cayó y que puso fin a la guerra. Antran, en una demostración de su infinita benevolencia, permitió a la ciudad invadida que conservara el nombre de su antiguo reinado. Ahora tenéis el honor de ser nombrados solados en el mismo suelo donde se derramó sangre por la gloria del imperio. Aunque aun estáis a tiempo de retractaros si lo deseáis. No os juzgaremos, sois hombres libres-ninguno de los presentes se movió entonces-. Cuando os llamemos, os arrodillaréis frente a las escaleras y al emperador, y haréis el juramento o anunciaréis en voz alta vuestro arrepentimiento.

Un guardia con un pergamino desenrollado se puso junto al noble caballero y comenzó a nombrar uno a uno a los aspirantes. Algunos hicieron su juramento de lealtad, y pocos fueron los que abandonaron, supuse, por la experiencia vivida la noche anterior en el campo de batalla. Karter fue con paso decidido y, siendo claro con sus palabras y su voz, juró lealtad al imperio y pidió servir al ejército. Y, cuando pronunciaron mi nombre, sentí nuevamente que el mundo se paraba y que todas las miradas presentes en el patio se dirigían hacia mí. Las dudas volvieron a aparecer en mi cabeza y, con paso inseguro, me acerqué hasta el punto en el que todos se arrodillaron. Me mantuve en silencio y con una rodilla apoyada en el suelo durante unos segundos hasta que, con voz alta y clara, pronuncié palabra:

-Yo, Celadias, juro ante el emperador y frente a todos los presentes mi lealtad, ofrezco mis servicios como soldado, hasta que la muerte me lleve en sus brazos con los dioses o sea tan anciano que una espada en mis manos solo sea una carga para mí, para mis seres queridos y para el imperio.

Tras unos segundos hasta que el emperador dio su visto bueno y me confirmaron que podía levantarme, me dirigí hacia donde se encontraba Karter, a un lado de la escalinata, esperando nuevas órdenes. Tras la ceremonia, los que acabamos convirtiéndonos en soldado fuimos llamados por el capitán para iniciar los primeros entrenamientos. Pero el mismo noble de antes nos detuvo a Karter y a mí.

-Capitán, espero que comprenda la importancia que supone el asunto para que un caballero del emperador tenga que intervenir en esto, y le ruego que entienda que necesitemos hablar con Karter y Celadias a solas-comentó con tranquilidad.

-¿Es por el informe que entregamos anoche?-preguntó el capitán, queriendo confirmar la relevancia del tema. El caballero solo asintió con la cabeza y el capitán se quedó callado durante unos segundos con bastante seriedad-. Está bien-dijo al fin-, no pasará nada porque se pierdan un entrenamiento. Mañana les asignaremos sus funciones y podrán incorporarse con normalidad.

El noble parecía satisfecho con la resolución del capitán, quien se despidió con una reverencia mientras su mano derecha se posaba cerrada en el pecho y le dio la espalda para unirse a los nuevos reclutas para la asignación de sus responsabilidades y para comenzar su preparación para el cumplimiento de estas. Mientras, Karter y yo subimos las escaleras junto al caballero, cuyo nombre era desconocido para nosotros hasta que se presentó frente al emperador.

-Gracias, Hatik-agradeció el emperador, un hombre de mediana edad y algunas arrugas ya visibles, con un rostro imponente y severo, y una mirada que helaría la sangre de cualquier humano. Aquella fue la primera vez que nos presentaron ante el emperador y la primera vez que le tuvimos cerca-. Ustedes dos debéis ser los reclutas Karter y Celadias, ¿cierto?-preguntó el emperador dirigiendo su mirada hacia nosotros, quienes respondimos con un solemne saludo golpeando nuestro pecho con la mano derecha cerrada-. Venid conmigo, por favor. Quisiera dar un paseo por el jardín mientras hablo con vosotros.

Sin esperar respuesta, el emperador se puso en marcha y comenzó a caminar por un pequeño sendero de piedra que contrastaba con la hierba que rodeaba el camino principal que iba directo hacia el palacio. A nuestro alrededor podíamos ver flores de todos los tipos y todos los colores, algunas de las cuales ni siquiera podíamos habernos imaginado que existieran hasta que las vimos en ese momento frente a nuestras miradas. Incluso Tren, quien, seguramente, había estudiado aquellas flores, las miraría incrédulo de que las tuviera delante de sus narices.

-Anoche sufrimos un ataque inesperado por parte de los rebeldes. Aunque no es algo que desconocierais, pues estuvisteis presente-comenzó a comentar-. Pero de lo que tengo que hablaros es posible que sí os pille de sorpresa.

Tras ese último comentario se paró en seco para girar su cuerpo y quedar cara a cara con nosotros. El noble que nos acompañaba no se separaba del lado izquierdo del emperador, y pude darme cuenta que, cuando él se giró, el caballero cambió su posición pero manteniéndose en la misma forma, con las manos tras su espalda.

-El capitán pudo ver con sus propios ojos una figura similar a la de uno de vuestros amigos. Dice que no había lugar a dudas, que le había visto muchas veces en la ciudad y que él había hablado con vosotros en más de una ocasión, pero, como habéis podido comprobar, el campo de batalla es algo caótico y desordenado. Sería muy fácil confundir una cara cuando estás peleando por conservar tu vida y la de miles de personas más. Por eso quería preguntaros algo: ¿Dónde se encuentra vuestro amigo Artrio?

Karter y yo nos miramos incrédulos por la pregunta, y algo me dijo que ambos entendíamos a dónde quería llegar el emperador, lo que nos sorprendió aun más.

-No lo sabemos, mi señor-dije yo adelantándome a Karter-. Lo único que sabemos es que se fue de viaje hace seis días y que volvería mañana. Jamás nos dice a dónde se dirige ni a qué se dedica.

-Creemos que simplemente ha encontrado su oportunidad de cumplir su sueño y viajar por el mundo-añadió Karter a mi explicación-. Él siempre nos hablaba de ver tierras nuevas y de vivir aventuras, y pensamos que es lo que está haciendo ahora mismo.

-¿Y por qué no os lleva a vosotros con él?-preguntó el emperador. Parecía que no nos creía y que estaba buscando algo con lo que pillarnos.

-Supongo que no quería ser un estorbo para cumplir nuestros sueños-respondió Karter esta vez.

-¿Y cuáles son? ¿Ser soldados?-ambos asentimos con la cabeza ante esa pregunta-. ¿Cuánto suelen durar sus viajes?

-Solo ha hecho tres viajes desde que empezó a irse de la ciudad-respondí yo-. El primero duró un par de días. El segundo fue el más largo, que duró semana y media.

-Y este viaje es de siete días… una semana-concluyó el emperador pensativo-. ¿Eso no os hace sospechar?-preguntó nuevamente, aunque tuvo que explicarse al ver nuestra cara de desconcierto-. Una semana y media no es suficiente para descubrir nuevas tierras y vivir aventuras. Un buen aventurero abandona sus tierras de manera indefinida, a veces ni siquiera vuelve a su hogar.

-Creemos que no quiere despedirse de Arstacia todavía-dije en defensa de Artrio. Sabía a lo que quería llegar el emperador, y me negaba a aceptar que Artrio estuviera con los rebeldes-. Él nació y creció aquí, es normal que no quiera desprenderse de una parte tan importante de su vida.

-También sabemos que su padre, Gurt, fue uno de los mejores soldados del antiguo rey de Arstacia, y aun sospechamos que pueda tener algunos lazos con los rebeldes-dijo el emperador con tono frío y desconfiado-. No sería de extrañar que su hijo fuese la espada y el escudo de su padre en el ejército rebelde.

-¡Artrio no es un rebelde!-gritó Karter, a quien le tuve que agarrar del pecho por miedo de que el caballero del emperador tomara aquello como una amenaza. Pero ni el noble ni el emperador hicieron un solo gesto.

-No podemos estar seguros de que así sea-dijo el emperador empezando a mostrar algo más de acercamiento y comprensión por nosotros-. Sus viajes inexplicables, sus repentinas desapariciones, que vuelva dos días después de un ataque, que su padre haya sido un soldado del antiguo régimen y que el capitán haya reconocido a alguien similar en el campo de batalla nos hacen dudar de que Artrio sea quien dice ser. Por eso os voy a dar vuestra primera misión. Aunque antes debéis saber que todo lo que hablemos entre nosotros cuatro a partir de ahora es confidencial y debéis mantenerlo en estricto secreto-Karter y yo asentimos con la cabeza, aceptando su condición-. Sois dos jóvenes talentosos y fieles, así que puedo confiar en vosotros. Averiguad más acerca de Artrio y de sus viajes secretos y mantenedme informado a partir de ahora.

-¿Y qué debemos hacer si descubrimos que es un aliado rebelde?-preguntó Karter con brusquedad. Incluso sentí algo de temor en sus palabras, aunque lo ocultaba bastante bien. A decir verdad, ambos compartíamos el mismo temor, creyendo conocer de antemano cuál sería la respuesta del emperador.

-Creía que no sería necesario responder a esa pregunta-respondió, esta vez el noble, con indiferencia-. Por el bien de la ciudad y para evitar nuevos problemas con los rebeldes, la mejor opción sería acabar con su vida.

-Obviamente, sería mejor si pudiera ser fuera de la ciudad-aclaró el emperador-. Ya sabéis, para ahorrar problemas y discordias entre los ciudadanos. ¿Qué pensarán de ustedes dos si matáis a alguien y no recibís un castigo apropiado por el asesinato de uno de sus semejantes? No podemos proporcionarles pruebas que lo justifique y todos pedirían vuestras cabezas.

-Esta misión es de vital importancia y por el bien común-comentó el caballero, acercándose a nosotros mientras el emperador nos daba la espalda y comenzaba a alejarse en dirección al palacio-. Si conseguís incriminarle y acabar con su vida, la gratitud del emperador estará con vosotros y será generoso con vuestros deseos. Siempre y cuando, claro está, esta conversación siga manteniéndose en la más estricta confidencialidad. Todo depende de vosotros-en ningún momento hizo un solo gesto, permaneciendo impasible con sus palabras-. Buena suerte, muchachos. Confiamos en que seréis capaces de superar esta misión con éxito, así que, por favor, no nos falléis.

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