El
camino de regreso a casa se me complicó bastante. Me sentía aturdido y mareado,
y no conseguía entender del todo cómo era posible que pudiera mantenerme en pie
y seguir andando. En casa me esperaban despiertos Kestix y mi madre, quienes
seguían preocupados por mí. Creo que verme vivo no fue suficiente para
calmarles y que mi estado hizo que se preocuparan aun más. Pero yo no pude
hacer más que irme a la cama a intentar conciliar el sueño.
La
noche fue agitada, apenas conseguí dormirme un par de veces y durante poco
tiempo. Me pasé gran parte de la noche dando vueltas sobre el camastro e
intentando ordenar mis pensamientos, tratando de saber cuál era el camino que
debía seguir a partir de entonces. Agradecí que llegara el amanecer para acabar
con aquel tormento que había sido mi noche y me levanté casi sin ganas de nada,
aunque con la convicción de seguir el camino que, finalmente y tras tantas
horas de sufrimiento, había decidido seguir. Hice algo de tiempo en el silencio
de mi alcoba, tratando de no hacer ruido para no molestar a mi familia, antes
de bajar y coger una manzana para alimentarme a lo largo de la mañana, si en
algún momento me entraba hambre. La envolví en un trozo de tela limpio y la
eché en una alforja pequeña.
Al
salir de casa me encontré a Karter, quien me preguntó con seriedad si había
tomado ya una decisión. Mi única respuesta fue asentir con la cabeza y dirigirme
junto a él hacia el palacio. Al medio día, en el patio exterior del palacio,
sería nuestro nombramiento como soldados, y nuestra última oportunidad para
echarnos atrás. El patio exterior resplandecía por el reflejo del sol sobre las
losas de piedra blanca del suelo. El acceso al interior del palacio se
encontraba tras dos escaleras de mármol junto a un muro grisáceo en un extremo
del patio que se acababan uniendo a la mitad del recorrido para seguir subiendo
hasta la parte superior, donde se encontraban los jardines y desde el cual se
colocaría el emperador para presenciar el nombramiento.
Cuando
llegamos al lugar ya había varios guardias rodeando el perímetro con sus lanzas
y armaduras relucientes, y algunos de los aspirantes que habían conseguido
superar las pruebas. No tardaron en aparecer los demás y alguien que supuse que
sería un caballero del emperador. Tenía un porte distinguido, típico y
característico de alguien que pertenece a la nobleza. Dejaba caer su sedoso
cabello negro sobre sus hombros. Su rostro parecía delicado pero severo al
mismo tiempo, lo que, por alguna extraña razón, parecía hacerse respetar.
-Todos
los presentes habéis superado las duras pruebas para formar parte del glorioso
ejército antrano-comenzó a hablar, alzando la voz-. Aquí, sobre el suelo que
vosotros estáis pisando ahora, hace años se libró la batalla más importante de
la historia, en la que el reino de Arstacia cayó y que puso fin a la guerra.
Antran, en una demostración de su infinita benevolencia, permitió a la ciudad
invadida que conservara el nombre de su antiguo reinado. Ahora tenéis el honor
de ser nombrados solados en el mismo suelo donde se derramó sangre por la
gloria del imperio. Aunque aun estáis a tiempo de retractaros si lo deseáis. No
os juzgaremos, sois hombres libres-ninguno de los presentes se movió entonces-.
Cuando os llamemos, os arrodillaréis frente a las escaleras y al emperador, y
haréis el juramento o anunciaréis en voz alta vuestro arrepentimiento.
Un
guardia con un pergamino desenrollado se puso junto al noble caballero y
comenzó a nombrar uno a uno a los aspirantes. Algunos hicieron su juramento de
lealtad, y pocos fueron los que abandonaron, supuse, por la experiencia vivida
la noche anterior en el campo de batalla. Karter fue con paso decidido y,
siendo claro con sus palabras y su voz, juró lealtad al imperio y pidió servir
al ejército. Y, cuando pronunciaron mi nombre, sentí nuevamente que el mundo se
paraba y que todas las miradas presentes en el patio se dirigían hacia mí. Las
dudas volvieron a aparecer en mi cabeza y, con paso inseguro, me acerqué hasta
el punto en el que todos se arrodillaron. Me mantuve en silencio y con una
rodilla apoyada en el suelo durante unos segundos hasta que, con voz alta y
clara, pronuncié palabra:
-Yo,
Celadias, juro ante el emperador y frente a todos los presentes mi lealtad,
ofrezco mis servicios como soldado, hasta que la muerte me lleve en sus brazos
con los dioses o sea tan anciano que una espada en mis manos solo sea una carga
para mí, para mis seres queridos y para el imperio.
Tras
unos segundos hasta que el emperador dio su visto bueno y me confirmaron que
podía levantarme, me dirigí hacia donde se encontraba Karter, a un lado de la
escalinata, esperando nuevas órdenes. Tras la ceremonia, los que acabamos
convirtiéndonos en soldado fuimos llamados por el capitán para iniciar los
primeros entrenamientos. Pero el mismo noble de antes nos detuvo a Karter y a
mí.
-Capitán,
espero que comprenda la importancia que supone el asunto para que un caballero
del emperador tenga que intervenir en esto, y le ruego que entienda que
necesitemos hablar con Karter y Celadias a solas-comentó con tranquilidad.
-¿Es
por el informe que entregamos anoche?-preguntó el capitán, queriendo confirmar
la relevancia del tema. El caballero solo asintió con la cabeza y el capitán se
quedó callado durante unos segundos con bastante seriedad-. Está bien-dijo al
fin-, no pasará nada porque se pierdan un entrenamiento. Mañana les asignaremos
sus funciones y podrán incorporarse con normalidad.
El
noble parecía satisfecho con la resolución del capitán, quien se despidió con
una reverencia mientras su mano derecha se posaba cerrada en el pecho y le dio
la espalda para unirse a los nuevos reclutas para la asignación de sus
responsabilidades y para comenzar su preparación para el cumplimiento de estas.
Mientras, Karter y yo subimos las escaleras junto al caballero, cuyo nombre era
desconocido para nosotros hasta que se presentó frente al emperador.
-Gracias,
Hatik-agradeció el emperador, un hombre de mediana edad y algunas arrugas ya
visibles, con un rostro imponente y severo, y una mirada que helaría la sangre
de cualquier humano. Aquella fue la primera vez que nos presentaron ante el
emperador y la primera vez que le tuvimos cerca-. Ustedes dos debéis ser los
reclutas Karter y Celadias, ¿cierto?-preguntó el emperador dirigiendo su mirada
hacia nosotros, quienes respondimos con un solemne saludo golpeando nuestro
pecho con la mano derecha cerrada-. Venid conmigo, por favor. Quisiera dar un
paseo por el jardín mientras hablo con vosotros.
Sin
esperar respuesta, el emperador se puso en marcha y comenzó a caminar por un pequeño
sendero de piedra que contrastaba con la hierba que rodeaba el camino principal
que iba directo hacia el palacio. A nuestro alrededor podíamos ver flores de
todos los tipos y todos los colores, algunas de las cuales ni siquiera podíamos
habernos imaginado que existieran hasta que las vimos en ese momento frente a
nuestras miradas. Incluso Tren, quien, seguramente, había estudiado aquellas
flores, las miraría incrédulo de que las tuviera delante de sus narices.
-Anoche
sufrimos un ataque inesperado por parte de los rebeldes. Aunque no es algo que
desconocierais, pues estuvisteis presente-comenzó a comentar-. Pero de lo que
tengo que hablaros es posible que sí os pille de sorpresa.
Tras
ese último comentario se paró en seco para girar su cuerpo y quedar cara a cara
con nosotros. El noble que nos acompañaba no se separaba del lado izquierdo del
emperador, y pude darme cuenta que, cuando él se giró, el caballero cambió su
posición pero manteniéndose en la misma forma, con las manos tras su espalda.
-El
capitán pudo ver con sus propios ojos una figura similar a la de uno de
vuestros amigos. Dice que no había lugar a dudas, que le había visto muchas
veces en la ciudad y que él había hablado con vosotros en más de una ocasión,
pero, como habéis podido comprobar, el campo de batalla es algo caótico y
desordenado. Sería muy fácil confundir una cara cuando estás peleando por
conservar tu vida y la de miles de personas más. Por eso quería preguntaros
algo: ¿Dónde se encuentra vuestro amigo Artrio?
Karter
y yo nos miramos incrédulos por la pregunta, y algo me dijo que ambos
entendíamos a dónde quería llegar el emperador, lo que nos sorprendió aun más.
-No
lo sabemos, mi señor-dije yo adelantándome a Karter-. Lo único que sabemos es
que se fue de viaje hace seis días y que volvería mañana. Jamás nos dice a
dónde se dirige ni a qué se dedica.
-Creemos
que simplemente ha encontrado su oportunidad de cumplir su sueño y viajar por
el mundo-añadió Karter a mi explicación-. Él siempre nos hablaba de ver tierras
nuevas y de vivir aventuras, y pensamos que es lo que está haciendo ahora
mismo.
-¿Y
por qué no os lleva a vosotros con él?-preguntó el emperador. Parecía que no
nos creía y que estaba buscando algo con lo que pillarnos.
-Supongo
que no quería ser un estorbo para cumplir nuestros sueños-respondió Karter esta
vez.
-¿Y
cuáles son? ¿Ser soldados?-ambos asentimos con la cabeza ante esa pregunta-.
¿Cuánto suelen durar sus viajes?
-Solo
ha hecho tres viajes desde que empezó a irse de la ciudad-respondí yo-. El primero
duró un par de días. El segundo fue el más largo, que duró semana y media.
-Y
este viaje es de siete días… una semana-concluyó el emperador pensativo-. ¿Eso
no os hace sospechar?-preguntó nuevamente, aunque tuvo que explicarse al ver
nuestra cara de desconcierto-. Una semana y media no es suficiente para
descubrir nuevas tierras y vivir aventuras. Un buen aventurero abandona sus
tierras de manera indefinida, a veces ni siquiera vuelve a su hogar.
-Creemos
que no quiere despedirse de Arstacia todavía-dije en defensa de Artrio. Sabía a
lo que quería llegar el emperador, y me negaba a aceptar que Artrio estuviera
con los rebeldes-. Él nació y creció aquí, es normal que no quiera desprenderse
de una parte tan importante de su vida.
-También
sabemos que su padre, Gurt, fue uno de los mejores soldados del antiguo rey de
Arstacia, y aun sospechamos que pueda tener algunos lazos con los rebeldes-dijo
el emperador con tono frío y desconfiado-. No sería de extrañar que su hijo
fuese la espada y el escudo de su padre en el ejército rebelde.
-¡Artrio
no es un rebelde!-gritó Karter, a quien le tuve que agarrar del pecho por miedo
de que el caballero del emperador tomara aquello como una amenaza. Pero ni el
noble ni el emperador hicieron un solo gesto.
-No
podemos estar seguros de que así sea-dijo el emperador empezando a mostrar algo
más de acercamiento y comprensión por nosotros-. Sus viajes inexplicables, sus
repentinas desapariciones, que vuelva dos días después de un ataque, que su
padre haya sido un soldado del antiguo régimen y que el capitán haya reconocido
a alguien similar en el campo de batalla nos hacen dudar de que Artrio sea
quien dice ser. Por eso os voy a dar vuestra primera misión. Aunque antes
debéis saber que todo lo que hablemos entre nosotros cuatro a partir de ahora
es confidencial y debéis mantenerlo en estricto secreto-Karter y yo asentimos
con la cabeza, aceptando su condición-. Sois dos jóvenes talentosos y fieles,
así que puedo confiar en vosotros. Averiguad más acerca de Artrio y de sus viajes
secretos y mantenedme informado a partir de ahora.
-¿Y
qué debemos hacer si descubrimos que es un aliado rebelde?-preguntó Karter con
brusquedad. Incluso sentí algo de temor en sus palabras, aunque lo ocultaba
bastante bien. A decir verdad, ambos compartíamos el mismo temor, creyendo
conocer de antemano cuál sería la respuesta del emperador.
-Creía
que no sería necesario responder a esa pregunta-respondió, esta vez el noble,
con indiferencia-. Por el bien de la ciudad y para evitar nuevos problemas con
los rebeldes, la mejor opción sería acabar con su vida.
-Obviamente,
sería mejor si pudiera ser fuera de la ciudad-aclaró el emperador-. Ya sabéis,
para ahorrar problemas y discordias entre los ciudadanos. ¿Qué pensarán de
ustedes dos si matáis a alguien y no recibís un castigo apropiado por el
asesinato de uno de sus semejantes? No podemos proporcionarles pruebas que lo
justifique y todos pedirían vuestras cabezas.
-Esta
misión es de vital importancia y por el bien común-comentó el caballero,
acercándose a nosotros mientras el emperador nos daba la espalda y comenzaba a
alejarse en dirección al palacio-. Si conseguís incriminarle y acabar con su
vida, la gratitud del emperador estará con vosotros y será generoso con
vuestros deseos. Siempre y cuando, claro está, esta conversación siga
manteniéndose en la más estricta confidencialidad. Todo depende de vosotros-en
ningún momento hizo un solo gesto, permaneciendo impasible con sus palabras-.
Buena suerte, muchachos. Confiamos en que seréis capaces de superar esta misión
con éxito, así que, por favor, no nos falléis.
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