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miércoles, 17 de junio de 2015

Capítulo 3: Buenas noticias



Algunos trabajadores comenzaron a desmontar las vallas que conformaron el palenque donde se desarrollaron las peleas para la primera prueba ante mi mirada mientras esperaba en soledad sentado sobre un banco de piedra a la llegada de Karter. Los demás aspirantes se habían ido a recobrar energías, ya fuese poniendo su cuerpo en reposo hasta la llegada de la hora señalada o llenando su estómago de alimentos llenos de nutrientes. Por otra parte, Artrio ya nos había avisado de que su llegada sería dos días después de las pruebas, aunque, junto a su aviso, nos dejó su promesa de celebrar nuestra entrada en el ejército bebiendo y festejando hasta el amanecer. Ni siquiera Trent, cuya ausencia causó un desconcierto en mí, pudo negarse ante la propuesta del festejo.

-¿Crees que se habrá olvidado de la prueba?-preguntó Karter al llegar de hablar con el instructor y descubrir que aun no había rastro de nuestro amigo.

-Claro que no. Fue él quien ayer nos dijo que no pisaría la biblioteca en todo el día para poder darnos ánimos. ¿Qué te hace pensar que se habrá olvidado?

-Recuerda que tuve que despertarte para que pudieras llegar a tiempo y que casi lo olvidas-respondió con una risotada-. Si tú, que se supone que eres la persona que más interés tiene en este día, eres capaz de olvidarte de algo así, no sería de extrañar que Trent también lo hiciera.

-Recuerda que él está por encima de nosotros en ese aspecto-zanjé el asunto con otra risa.

El tiempo fue pasando con lentitud y, sin esperanzas de que Trent viniera, decidimos volver a casa para comer algo y hacer tiempo hasta que tuviéramos que volver a la plaza.

Por la tarde, en el mismo escenario de antes donde todo se mantenía igual salvo por la ausencia de la estacada, volvimos a reunirnos todos frente al instructor. Esta vez las pruebas eran menos exhaustivas, pero requerían de toda nuestra concentración. Primero nos hicieron superar algunas pruebas de destreza, habilidad e inteligencia. Más tarde, a los que habíamos llegado a la prueba final, nos dispusieron individualmente para que varios soldados nos examinaran con una serie de preguntas para valorar nuestro conocimiento y nuestra actitud para con los compañeros. En mi caso, el soldado que tenía parecía ser alguien que acababa de entrar en las filas del ejército.

Era un hombre joven que apenas tendría dos o tres años más que yo. No tenía ninguna cicatriz visible, lo que me hizo pensar en su falta de experiencia en el campo de batalla o en su habilidad para no haber sido herido hasta ahora. Su piel era bastante pálida y su pelo, corto y rizado, se mostraba de un naranja bastante intenso, al igual que la corta barba que cubría su mandíbula.

-No tienes por qué preocuparte, normalmente todos los que llegáis aquí estáis prácticamente dentro del ejército-dijo con tono tranquilizador y una ligera sonrisa de complicidad en sus labios-. Sería raro que alguien que ha sabido llegar hasta aquí sea incapaz de acertar con sus respuestas. Así que será mejor que empecemos cuanto antes y te quitemos este peso de encima, ¿vale?-asentí con la cabeza, con ganas de terminar aquello y poder tranquilizarme.

Comenzó a preguntarme acerca de las armas que empuñaban los solados y de las distintas partes de una armadura, así como sus escudos, acerca del material que las componían y de su utilidad; preguntó quiénes eran los soldados que empuñaban cada arma y qué clase de soldado quería llegar a ser. Hasta ese punto, pude presuponer que las preguntas eran para evaluar nuestros conocimientos y que, a continuación, llegaban las preguntas de aptitud de un soldado.

Al principio eran preguntas normales, como que nunca debía desobedecer una orden o que jamás debía levantar el arma contra un aliado por más que se torciera la situación. Pero llegó una pregunta que no supe responder y por la que sentí miedo de que todo el camino que había avanzado fuese retrocedido en el último paso.

-El enemigo ha entrado en la ciudad y está tomando las calles. Tu capitán te ordena reforzar las defensas para hacer retroceder al enemigo y, por el camino, encuentras a tus familiares en peligro, atrapados por los escombros de una casa derruida y en llamas. ¿Obedeces la orden de tu capitán o salvas a tu familia?

El gesto del soldado se puso serio y su complicidad parecía haber desaparecido por completo. Y me preguntaba si, quienes se habían visto fuera en la última prueba, habían caído por esta misma pregunta. Por un momento sentí como si el tiempo se parase; los segundos se convertían en minutos, y los minutos en horas. Al pasar unos segundos en silencio, lo que a mi juicio parecía haber sido una eternidad, el soldado suspiró y negó con la cabeza.

-No tienes por qué responder a esta pregunta, siempre la formulan nuestros superiores a los aspirantes para determinar cómo es su lealtad. Cuando alguien responde sin pensar en obedecer, suele tratarse de alguien que nos está mintiendo o que puede resultar un peligro para sus compañeros, pues no podemos confiar en la voluntad de alguien que no es capaz de salvar a sus seres queridos. Luego podemos encontrarnos el caso de quien responde sin pensar en salvar a su familia, lo cual dice mucho de la lealtad de ese soldado y nos anima a creer en su propósito. Pero cuando la respuesta es el silencio-hizo una breve pausa para soltar un segundo suspiro, y volvió a negar con la cabeza, dejando su frase por concluida-. El emperador no quiere esclavos que obedezcan órdenes sin siquiera cuestionarse por qué lo hacen, por eso a los indecisos como tú debemos enseñarles que las órdenes hay que cumplirlas, pero hay cosas mucho más importantes en la vida. Serás un buen soldado, muchacho, pero antes tendrás que aclarar tu mente.

Asentí con la cabeza, algo frustrado por no haber podido responder. Yo tenía claro por qué entré en el ejército, y que en esa situación habría salvado a mi familia, pero, por otra parte, tenía miedo de que mi respuesta hubiese podido ser un estorbo para mi causa. Al final, una vez me alejé del soldado tras indicarme a dónde debía dirigirme, me sentí bastante más aliviado.

Por el camino pude ver que Karter ya había terminado la prueba, y una agradable sorpresa me esperaba junto a él. Al principio solo pude ver a una persona de cabellos rubios con una larga trenza tras su espalda y una túnica blanca, pero, al darse la vuelta, pude reconocer el rostro de Trent. Sorprendido de verle con aquellas vestimentas, propias de un erudito, corrí hasta él para preguntarle acerca de su ausencia y de sus ropajes.

-Perdona que haya tardado tanto, pero el sabio bibliotecario insistió en su petición de que le acompañara a una reunión con sus compañeros-comenzó a explicarse Trent con una felicidad abismal-. Me han ofrecido que me una al gremio de erudición.

-¡Eso es genial, Trent!-exclamé contagiado por su alegría.

-Parece entonces que todos hemos conseguido cumplir nuestros sueños-dijo Karter, quien también parecía más feliz de lo normal-. Artrio está viajando a todas partes del mundo, Trent se convertirá en un erudito, y nosotros dos parece que ya estamos dentro del ejército.

-¿Superaste la última pregunta?-pregunté con curiosidad-. ¿Qué respondiste?-añadí a la pregunta anterior, intrigado por conocer su respuesta.

-Que jamás dejaría de lado a alguien a quien quiero por una simple orden. Eso sí, por un momento pensé que me echarían de una patada.

-Entonces está claro lo que tenemos que hacer a partir de ahora, ¿verdad?-preguntó Trent -. Yo pienso convertirme también en un sabio, y no os perdonaré si no os convertís en los mejores soldados. Así que tenemos que dar lo mejor de nosotros.

-¡Y celebrar las buenas noticias con Artrio cuando regrese a la ciudad!-añadió Karter haciéndose hueco entre Trent y yo mientras rodeaba nuestros cuellos con sus enormes brazos.

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