Algunos
trabajadores comenzaron a desmontar las vallas que conformaron el palenque
donde se desarrollaron las peleas para la primera prueba ante mi mirada
mientras esperaba en soledad sentado sobre un banco de piedra a la llegada de
Karter. Los demás aspirantes se habían ido a recobrar energías, ya fuese
poniendo su cuerpo en reposo hasta la llegada de la hora señalada o llenando su
estómago de alimentos llenos de nutrientes. Por otra parte, Artrio ya nos había
avisado de que su llegada sería dos días después de las pruebas, aunque, junto
a su aviso, nos dejó su promesa de celebrar nuestra entrada en el ejército
bebiendo y festejando hasta el amanecer. Ni siquiera Trent, cuya ausencia causó
un desconcierto en mí, pudo negarse ante la propuesta del festejo.
-¿Crees
que se habrá olvidado de la prueba?-preguntó Karter al llegar de hablar con el
instructor y descubrir que aun no había rastro de nuestro amigo.
-Claro
que no. Fue él quien ayer nos dijo que no pisaría la biblioteca en todo el día
para poder darnos ánimos. ¿Qué te hace pensar que se habrá olvidado?
-Recuerda
que tuve que despertarte para que pudieras llegar a tiempo y que casi lo
olvidas-respondió con una risotada-. Si tú, que se supone que eres la persona
que más interés tiene en este día, eres capaz de olvidarte de algo así, no
sería de extrañar que Trent también lo hiciera.
-Recuerda
que él está por encima de nosotros en ese aspecto-zanjé el asunto con otra
risa.
El
tiempo fue pasando con lentitud y, sin esperanzas de que Trent viniera, decidimos
volver a casa para comer algo y hacer tiempo hasta que tuviéramos que volver a
la plaza.
Por
la tarde, en el mismo escenario de antes donde todo se mantenía igual salvo por
la ausencia de la estacada, volvimos a reunirnos todos frente al instructor. Esta
vez las pruebas eran menos exhaustivas, pero requerían de toda nuestra
concentración. Primero nos hicieron superar algunas pruebas de destreza,
habilidad e inteligencia. Más tarde, a los que habíamos llegado a la prueba
final, nos dispusieron individualmente para que varios soldados nos examinaran
con una serie de preguntas para valorar nuestro conocimiento y nuestra actitud
para con los compañeros. En mi caso, el soldado que tenía parecía ser alguien
que acababa de entrar en las filas del ejército.
Era
un hombre joven que apenas tendría dos o tres años más que yo. No tenía ninguna
cicatriz visible, lo que me hizo pensar en su falta de experiencia en el campo
de batalla o en su habilidad para no haber sido herido hasta ahora. Su piel era
bastante pálida y su pelo, corto y rizado, se mostraba de un naranja bastante
intenso, al igual que la corta barba que cubría su mandíbula.
-No
tienes por qué preocuparte, normalmente todos los que llegáis aquí estáis
prácticamente dentro del ejército-dijo con tono tranquilizador y una ligera
sonrisa de complicidad en sus labios-. Sería raro que alguien que ha sabido
llegar hasta aquí sea incapaz de acertar con sus respuestas. Así que será mejor
que empecemos cuanto antes y te quitemos este peso de encima, ¿vale?-asentí con
la cabeza, con ganas de terminar aquello y poder tranquilizarme.
Comenzó
a preguntarme acerca de las armas que empuñaban los solados y de las distintas
partes de una armadura, así como sus escudos, acerca del material que las
componían y de su utilidad; preguntó quiénes eran los soldados que empuñaban
cada arma y qué clase de soldado quería llegar a ser. Hasta ese punto, pude
presuponer que las preguntas eran para evaluar nuestros conocimientos y que, a
continuación, llegaban las preguntas de aptitud de un soldado.
Al
principio eran preguntas normales, como que nunca debía desobedecer una orden o
que jamás debía levantar el arma contra un aliado por más que se torciera la
situación. Pero llegó una pregunta que no supe responder y por la que sentí
miedo de que todo el camino que había avanzado fuese retrocedido en el último
paso.
-El
enemigo ha entrado en la ciudad y está tomando las calles. Tu capitán te ordena
reforzar las defensas para hacer retroceder al enemigo y, por el camino,
encuentras a tus familiares en peligro, atrapados por los escombros de una casa
derruida y en llamas. ¿Obedeces la orden de tu capitán o salvas a tu familia?
El
gesto del soldado se puso serio y su complicidad parecía haber desaparecido por
completo. Y me preguntaba si, quienes se habían visto fuera en la última
prueba, habían caído por esta misma pregunta. Por un momento sentí como si el
tiempo se parase; los segundos se convertían en minutos, y los minutos en
horas. Al pasar unos segundos en silencio, lo que a mi juicio parecía haber
sido una eternidad, el soldado suspiró y negó con la cabeza.
-No
tienes por qué responder a esta pregunta, siempre la formulan nuestros
superiores a los aspirantes para determinar cómo es su lealtad. Cuando alguien
responde sin pensar en obedecer, suele tratarse de alguien que nos está
mintiendo o que puede resultar un peligro para sus compañeros, pues no podemos
confiar en la voluntad de alguien que no es capaz de salvar a sus seres
queridos. Luego podemos encontrarnos el caso de quien responde sin pensar en
salvar a su familia, lo cual dice mucho de la lealtad de ese soldado y nos
anima a creer en su propósito. Pero cuando la respuesta es el silencio-hizo una
breve pausa para soltar un segundo suspiro, y volvió a negar con la cabeza,
dejando su frase por concluida-. El emperador no quiere esclavos que obedezcan
órdenes sin siquiera cuestionarse por qué lo hacen, por eso a los indecisos
como tú debemos enseñarles que las órdenes hay que cumplirlas, pero hay cosas
mucho más importantes en la vida. Serás un buen soldado, muchacho, pero antes
tendrás que aclarar tu mente.
Asentí
con la cabeza, algo frustrado por no haber podido responder. Yo tenía claro por
qué entré en el ejército, y que en esa situación habría salvado a mi familia,
pero, por otra parte, tenía miedo de que mi respuesta hubiese podido ser un
estorbo para mi causa. Al final, una vez me alejé del soldado tras indicarme a
dónde debía dirigirme, me sentí bastante más aliviado.
Por
el camino pude ver que Karter ya había terminado la prueba, y una agradable
sorpresa me esperaba junto a él. Al principio solo pude ver a una persona de
cabellos rubios con una larga trenza tras su espalda y una túnica blanca, pero,
al darse la vuelta, pude reconocer el rostro de Trent. Sorprendido de verle con
aquellas vestimentas, propias de un erudito, corrí hasta él para preguntarle
acerca de su ausencia y de sus ropajes.
-Perdona
que haya tardado tanto, pero el sabio bibliotecario insistió en su petición de
que le acompañara a una reunión con sus compañeros-comenzó a explicarse Trent
con una felicidad abismal-. Me han ofrecido que me una al gremio de erudición.
-¡Eso
es genial, Trent!-exclamé contagiado por su alegría.
-Parece
entonces que todos hemos conseguido cumplir nuestros sueños-dijo Karter, quien
también parecía más feliz de lo normal-. Artrio está viajando a todas partes
del mundo, Trent se convertirá en un erudito, y nosotros dos parece que ya
estamos dentro del ejército.
-¿Superaste
la última pregunta?-pregunté con curiosidad-. ¿Qué respondiste?-añadí a la
pregunta anterior, intrigado por conocer su respuesta.
-Que
jamás dejaría de lado a alguien a quien quiero por una simple orden. Eso sí,
por un momento pensé que me echarían de una patada.
-Entonces
está claro lo que tenemos que hacer a partir de ahora, ¿verdad?-preguntó Trent
-. Yo pienso convertirme también en un sabio, y no os perdonaré si no os
convertís en los mejores soldados. Así que tenemos que dar lo mejor de
nosotros.
-¡Y
celebrar las buenas noticias con Artrio cuando regrese a la ciudad!-añadió
Karter haciéndose hueco entre Trent y yo mientras rodeaba nuestros cuellos con
sus enormes brazos.
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